ENTRE no exagerar y no frivolizar hay un terreno suficientemente amplio como para edificar un espacio de encuentro en el que sentar las bases de lo razonable. Hay a quien puede parecerle una exageración que Australia prohíba a los menores de 16 años acceder a las redes sociales. Y también a quien le puede parecer poca cosa la difusión de mensajes sexistas, ciberbullying, estereotipos estéticos y hasta la incitación al suicidio. Hasta que nos revienta en la cara. Pero, aún así, no falta quien lo reivindica como parte de la nueva cotidianeidad; de su libertad individual. No hay libertad en el determinismo del algoritmo que nos sugiere qué leer, qué comprar y qué opinar.

El algoritmo no nos dirá cómo encarar que en diez días de diciembre hayan muerto asesinadas por sus parejas en el Estado cinco mujeres. Vivimos los años de plomo que las matan a ellas. Pero sí nos pondrá a los pies de la difusión de la masculinidad más tóxica porque la cantidad de mensajes que la contienen la ha convertido en buen negocio. No nos va a mentir, pero no nos va a garantizar la verdad.

La gota que colma

No son dos caras de una moneda

Nobel para María Corina. Contra lo que pueda parecer, el Nobel de la Paz a la líder opositora venezolana María Corina Machado y la manifestación del madurismo -chavismo ya no hay, en tanto la exaltación del régimen es personalista- no son dos caras de la misma moneda. Como no lo son el propio régimen versus la amenaza militar de Trump. Los venezolanos no van a ganar de manos del presidente de EE.UU. las libertades arrebatada en las del régimen represor. Machado es un emblema de resistencia y Maduro lo es de dictadura; Trump es un expoliador neocolonial, pero la democracia está por construir.

En la política parecen aflorar estos días los casos de acoso que nadie o todos conocían. Salpican a políticos de PSOE y PP, pero ahí está pendiente de resolución el que afectó a Sumar. El presidente de la Diputación de Lugo, el socialista José Tomé, es uno de los señalados y responde que no puede haber más pruebas que alguna broma que habría hecho. El alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce (PP), es otro y ha decidido concentrarse en su defensa suspendiendo la militancia del partido. Pero no los cargos institucionales. La Alcaldía no le debe de restar concentración -ni sueldo- pero el partido, sí.

Ya debatimos si pesa más la presunción de inocencia o la protección a la víctima, como si hubiera que elegir. La primera es base del derecho; la segunda lo es de la ética. Cada acosador arropado por su entorno y cada denuncia no verificable nos acercan más a que también eso lo decida un algoritmo.