Como cada vez que Donald Trump mete el pie en un charco es noticia de primera plana, supongo que su intención de retirar todo tipo ayudas públicas a la Universidad de Harvard (la más prestigiosa del país) será ya lo bastante conocida por el público en general. No obstante, para aquellos que sólo padecen narcolepsia cuando ven titulares procedentes de Yankilandia, les hago un croquis con palabras: Trump considera que el porcentaje de alumnos extranjeros en esa universidad fomenta el antisemitismo y difunde una actitud proterrorista. El Ku Klux Klan no hace eso porque no tiene una universidad llamada UKKKLA (un poner) en la que educar a alumnos blancos en el odio a las razas inferiores. Se educan solos en las calles y algunas cadenas de televisión que se dejan la ética en el trastero.
Pero volviendo a Trump vs Harvard, a primeros de mayo la Secretaria de Estado de Educación del gobierno de Trump, Linda McMahon, remitió una carta a la universidad -en un tono abiertamente amenazante- en la que manifestaba que Harvard no volvería a recibir jamás de los jamases -“y que se muera Elon Musk si miento”, le faltó deci-- ayudas públicas. La respuesta de la universidad fue tan rápida como elocuente: respondió a dicha carta reenviándosela a la propia McMahon con una avalancha de correcciones de todo tipo (sintácticas, morfológicas e incluso ortográficas, que en inglés tiene aún más mérito) hasta reventar un rotulador rojo de contrastada calidad.
Aquí echamos las muelas porque nadie dimite ni aunque le pillen metiendo las manos en el cajón. Y es cierto, a qué negarlo. Pero cuando estas jodidas milongas de poco momento y aún menos fundamento llegan de la supuesta democracia modélica planetaria, galáctica y universal... mejor pensárselo dos veces después de habérselo pensado tres con anterioridad y me llevo una. Al cabo, son los ciudadanos norteamericanos los que han colocado en la presidencia de su país, pero también del planeta, a un demente con menos criterio que un chimpancé dispuesto a morir de empacho ante una bandeja de plátanos. Y a poco que se sea intuitivo y por experiencia, los plátanos acaban perdiendo por goleada. Pero el chimpancé también. Es una ecuación difícil de resolver si no te saltas las reglas.
Es una suerte que Hannibal Lecter sea un personaje de ficción porque si no, visto lo visto en la tendencia de voto norteamericana, podría ser el siguiente inquilino de la Casa Blanca. Además, si lo pensamos despacio, Lecter no es un asesino de masas como Netanyahu o su joven padawan Annakin Skytrump. Es un tipo repulsivo, cierto, pero selectivo.