La cara de la Iglesia católica que fue Francisco y hoy es León tiene elementos atractivos. Acompañar las virtudes de la fe, caridad y esperanza con la más pedestre de la justicia social le congratula a uno con la especie. Pero arrastra una cruz pesada, dolorosa e indignante. El obispo emérito de Alcalá de Henares se dejó decir hace diez días que “los niños que nacen con discapacidad física, intelectual o psíquica, esto ya es herencia del pecado y del desorden de la naturaleza”. Con esa premisa, Reig Pla les ofrece una acogida sin empatía, el abrazo arrogante de una falsa superioridad moral que ensucia a la comunidad.