Temblamos por el impacto que tendrá en nuestra macroeconomía la guerra comercial, hay quien mantiene el pulso firme para levantar a diario la persiana de su negocio. Compiten no solo con su ansiedad existencial sino por la existencia misma del motivo de su ansiedad: su comercio. Ellas y ellos bregan con la brecha tecnológica propia y con la de sus clientes, con la cadena de suministros en cuestión y con la cuestión de suministrar nuestros caprichos. Queremos el consuelo de un escaparate acogedor cuando salimos a la calle tras comprarle una camiseta tailandesa a una web china en nuestro móvil.