Cada época vive sus momentos propios, en los que se detectan nuevos problemas, se soslayan unos e, interesadamente, se manipulan otros. Sin menospreciar otros aspectos importantes, que hemos resaltado en otras ocasiones, nuevamente deseamos señalar algunos hechos de la vida social, que condicionan de forma notable nuestro comportamiento personal y cívico, creando un malestar evidente en la convivencia.

2. Reflejo de este malestar son, por ejemplo:

— El nivel de relación de los poderes públicos, cualesquiera que estos sean, con la ciudadanía. El pueblo los ve lejos de su vida cotidiana, lo que lleva muchas veces a juicios y opiniones peyorativas sobre ellos.

— El significado de las palabras que se utilizan, pues muchas veces se convierten en bulos, insultos o acusaciones sin fundamento, algo que estamos viviendo estas últimas semanas de forma degradante.

— La falta de educar en profundidad en los valores sociales y humanos. Se extiende cada vez más la idea de que los deberes y las obligaciones son siempre de los demás, “YO solo tengo derechos”.

— El deficiente compromiso social en busca de la solidaridad, por medio del pacto y el acuerdo. Aunque sea tensionado es, sin duda, mucho más positivo que la confrontación y el odio.

— La falta de preocupación por caminar hacia la justicia, priorizando la ayuda y la preferencia por los más necesitados. Ante los problemas y situaciones más graves, que necesitan análisis precisos y aciertos en su aplicación, la izquierda y la derecha, los llamados progresistas o reaccionarios, y las demandas radicales político-sindicales coinciden en soslayar muchas propuestas porque siendo impopulares, creen que esto les restará votos o apoyos, y exige una educación prolongada.

A pesar de todo, y del momento que estamos viviendo, la democracia no está en peligro. Sí acaso, en algunos aspectos, se muestra decadente. Por todo ello, queremos apuntar la urgente tarea de impulsar la concienciación en aquellos valores sociales y políticos que son imprescindibles para una renovación de los partidos, una valoración objetiva de las iniciativas sociales y la participación cada vez más activa en los deberes públicos, por parte de todos los ciudadanos. Esto refuerza una auténtica democracia.

3. Constatamos entre nosotros una extendida falta de moral cívica, que debiera ser el fundamento del diálogo, el buen entendimiento y la concordia entre todos. No solo nos referimos a la vida política, sino a toda relación pública y personal. La información sesgada; los debates, por llamarlos de algún modo; las declaraciones y contradeclaraciones de personajes públicos; el protagonismo, no siempre equitativo, de jueces y periodistas; el rampante individualismo y hedonismo extendidos cada vez con más fuerza, etc. han deteriorado el contexto social, resaltando solo lo negativo. Por supuesto, este existe en la política y fuera de ella, dando la impresión que nada se trata con medida y sensatez.

No faltan principios éticos, lo que ocurre es que se aplican poco y mal. Las violaciones, tanto de los derechos personales como de los sociales, económicos o políticos estremecen muy poco y crean una sensación de impotencia.

En teoría defendemos la no violencia, el reparto del trabajo, los salarios dignos, la igualdad de género, la solidaridad con el necesitado, la tolerancia con el discrepante, la necesidad de la verdad..., pero no sabemos resolver ni condenar las guerras, las flagrantes injusticias, el terrorismo político, el racismo en sus múltiples formas, la xenofobia, la discriminación laboral... Hay una exigencia de reformas democráticas necesarias y anunciadas. Para muchos, la ética, el respeto a los derechos humanos, la dignidad humana integral son palabras vacías, pero sin ellos no se puede construir y perseverar en la convivencia democrática. Es difícil ponernos de acuerdo en cuál es la mejor forma de vivir para todos, pero creemos que la mejor es aquella que se preocupa por quienes peor lo están pasando en la sociedad, superando un egoísmo que ha confundido la ética con la estética y el servicio humilde con la ignorancia arrogante.

El modo de dar sentido a la vida humana es relativizando el YO, como punto de partida en todo, para situarse en la perspectiva del OTRO. Identificar al OTRO y reconocerlo es la condición para que la persona pueda desarrollarse en su plenitud, así como que la sociedad avance. Sin menospreciar sus aportaciones positivas, partidos, sindicatos y otras fuerzas sociales difícilmente serán modelos de praxis ejemplar para la ciudadanía, si su máxima preocupación sigue siendo el ganar elecciones u obtener cargos públicos bien remunerados, para lo que alimentan enfrentamientos radicales, apoyándose en un dogmatismo ideológico permanente.

Cuando la teoría se convierte en dogma, prescindiendo de la realidad, además de hacer el ridículo, se destruye toda posibilidad de una convivencia justa.

Etiker son Patxi Meabe, Pako Etxebeste, Arturo García y José María Muñoa