Euskadi entra hoy en una nueva fase política. Los resultados obtenidos en las elecciones celebradas ayer conforman un nuevo Parlamento Vasco donde la hegemonía nacionalista es incontestable. Más de dos tercios de nuestra Cámara estarán representados por diputados y diputadas que reivindican para la CAV su diferenciación con respecto a otras instituciones dentro del Estado español y eso debe ser oído. Al margen de los resultados para los que habrá mucho tiempo para el análisis y debate, lo cierto es que Euskadi ha comenzado a escribir una nueva página de su propia Historia con un reparto de escaños que reivindica ser atendido con el respeto que se merece. No solo desde el propio Ejecutivo de Pedro Sánchez o sucesores. Los partidos políticos tienen ante sí el retrato de una sociedad vasca que ya no recuerda el yugo de la violencia de ETA y que ha depositado su papeleta consciente de qué elige para su futuro. Las voces para la defensa de sus intereses serán las de 75 nuevos parlamentarios y parlamentarias más jóvenes. Apenas quedarán en los asientos representantes de la historia parlamentaria de décadas anteriores. Y, aunque no se trata de una hoja en blanco total, el escenario político es ya muy diferente al de ocasiones anteriores con lo que el punto de partida para el trabajo de los próximos cuatro años quedará en manos de nombres de nuevo cuño que deberán adaptarse a los reclamos del nuevo tiempo político iniciado. En todo caso, sería un verdadero error tratar el ciclo abierto el 21 de abril como un borrón y cuenta nueva. Euskadi ha construido su actual bienestar social gracias al liderazgo del PNV durante décadas. Si la campaña estuvo marcada por el fallecimiento del lehendakari Ardanza (Goian bego) no debe concluir sin el agradecimiento al lehendakari Urkullu por la gestión en tiempos convulsos y difíciles. Estamos ante un nuevo tiempo político que debe conjugar renovación con memoria. Lo contrario, puede conducirnos a un escenario de garantías inciertas.