SERÍA en el siglo XX, con la llegada de las sociedades modernas y la conquista del derecho al tiempo libre, cuando nació la cultura del ocio.

La sociedad occidental destina al mismo el 16% de los ingresos (de 5,8 billones de dólares de 2016 pasaremos a ocho billones en 2030).

Dedicamos del 60 al 70% de nuestro tiempo a oficios/estudios; del 20 al 30%, al hogar/autocuidado; y del 10 al 20%, al tiempo libre.

Nos juntamos para escapar de la rutina, divertirnos y sentirnos más vivos.

Miles de cuerpos saltando y vibrando a la vez, en festivales, estadios, discotecas.

Concentramos el ocio en fines de semana, consumiendo artículos, espectáculos, comidas, bebidas, y otras sustancias que proporcionan placer, emociones, alucinaciones.

Llega la realidad virtual aumentada, los accesos biométricos, donde toda experiencia será susceptible de convertirse en un juego, todo se gamificará.

Nuestras elecciones para el tiempo libre nos definen como personas y sociedades.

El ocio saludable y alternativo intenta abrirse paso desde hace años (Gijón 1997 Abierto hasta el Amanecer, Red Estatal de Ocio Alternativo Lunas etc.), pero hace falta el trabajo sinérgico de toda la sociedad (familias, instituciones, organizaciones, clubes, fundaciones, industria del ocio etc...), creer en la responsabilidad, empatía y coherencia.

¿Imaginan en plena posmodernidad, que el ocio se enfocara tanto para darle gusto a los sentidos como sentido a los gustos, sin dejar de considerar al placer como un bien superior, guiado por la prudencia, y no dominara a la persona?

¿Y si dejamos de buscar en el interior de determinadas sustancias, estados de ánimo, motivación, ilusión, alegría o felicidad, que en realidad llevamos de serie?

Zonas blancas de ocio, sesiones light, festivales 0,0 para la gente más joven y susceptible de convertirse en población diana, apertura en fin de semana de centros deportivos, museos, bibliotecas etc.), convivencias e intercambios entre municipios, actividades al aire libre, talleres sobre inteligencia emocional, educación sexual, baile, cinefórum, etc.

Seguro que no faltan voluntarios, educadores, monitores, psicólogos, pedagogos, etc...

Querer es más importante que poder.

Por poco que se consiga, será mucho.

* Escritor y autor del libro ‘Policía y Sociedad Postmoderna’. Miembro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y Profesor de Educación Vial