Entre la sonrisa maliciosa y el desinterés recibieron 400.000 jóvenes que han cumplido o cumplen 18 años en 2022 el anuncio del Gobierno de Sánchez de que dispondrán de 400 € para gastar en productos culturales desde este lunes. Muchos habrán visto la ocasión de visitar museos, ir al teatro o adquirir libros, no lo dudo. Pero el auténtico regustillo llegó para quienes leyeron la letra pequeña y descubrieron que, de esa paga cultural, podrán dedicar hasta 200 euros en ir al cine o al concierto de su cantante o banda favorita y otro tanto para videojuegos

En definitiva, que a cualquier neskamutil avispado se le abre la hucha del ocio sin necesidad de dedicar un minuto a esas cosas de viejos que llaman cultura. No saldrá de mi boca –ni de mis teclas– la incorrección de borrar el cine o la música en cualquier formato de la lista de actividades culturales –aunque me guardo mi opinión sobre la colección de cantantes troquelados/as y autotuneados/as a los que entiendo cuando cantan solo a veces–. Se me hace mucho más difícil mantener en esa lista la última versión del videojuego de fútbol de moda en todas las plataformas o el próximo éxito del ‘mata rivales’ on line, con su muestrario de armas de fuego y explosiones digitales.

Siento desconfiar tanto del concepto de cultura que tiene un chaval o chavala de 18 años cuyas prioridades no pasan hoy por ahorrar para ir a un museo ni llenan las bibliotecas en busca de los clásicos de la literatura. Y, cuidado, que creo que tienen derecho al ocio y a dedicar su tiempo y dinero a lo que les produzca satisfacción, aunque no responda a los estándares musicales, literarios, pictóricos tradicionales. Ocurre que la medida que pone en el mismo saco de oferta al Teatro Arriaga que a J Balvin, a Nintendo que a la librería del barrio me parece poco equilibrada. Eso sí, este año habrá 400.000 nuevos votantes encantados.