No creo ser el único al que le resulta escalofriante la perspectiva de que las fiestas veraniegas obliguen a extremar la alerta por el riesgo de agresiones sexuales. Se me funden los plomos solo de pensar que tengamos, que ellas tengan, que convivir con ese temor. Del “no es no” al “solo sí es sí” se han acotado los márgenes del malentendido. Pero quien sale a la calle con intención de someter la voluntad de una mujer no es mal interpretable: es un criminal. Y será muy triste concluir que el único medio de crear espacios libres sea acosar a los acosadores pero mejor ellos que ni una sola de ellas.