I algo nos ha enseñado el PP 2.0 es el arte de hacer crecer a sus políticos poniéndolos a gobernar. Le pasó a Díaz Ayuso, corderito algo tontiloco que arrasó hace algo más de un año y le ha pasado a Moreno Bonilla, Juanma para el gran público, superando las hazañas de la madrileña y en cuatro años estrenando la mayoría absoluta para el PP y en Andalucía. Toma Moreno. Una en estos momentos se acuerda de Pablo Casado y piensa que la suerte es caprichosa, al menos tanto como las estrategias electorales y sus antojos. O esto solo pasa en la derecha porque en la izquierda Sánchez, ese ejemplo de darle a un partido un revolcón seduciendo a la militancia a base de ponerse pesado y llegando al poder con la receta de la machaconería ya es un líder aburrido de sonrisa congelada y un mechón de gremlin, que es algo así como el estigma del poder, el santo y seña de la inercia, el sello de la hartura. En Francia, inversamente, la unión de las izquierdas ha conseguido poner nervioso al liberal Macron, ese joven que iba a salvar a Europa de las garras de todo lo malo que se movía. Allí la izquierda comparece y en Andalucía empequeñece a base de apatía, que es el mejor abono para los resultados de este PP que se ha sacudido a Vox gracias a los andaluces, ni por intercesión de Juanma ni de Feijóo. Un exguerrillero ha encarnado la mejor de las revoluciones alcanzando la presidencia colombiana por primera vez en la historia del país. Dedicó su victoria al pueblo y a Dios. Un revolcón divino... Amén y ¡olé!

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