Conforme nos vamos acercando al fin de la legislatura, el debate político estalla en remilgos de unos y triunfalismos de otros. Dado que queda únicamente un año para que los españoles y españolas acudamos a las urnas de nuevo, los líderes de los partidos se empeñan en comportarse más como prestidigitadores o embaucadores que como personas debidamente identificados con sus ideologías. Ahora cobran cierto valor y fortaleza las ocurrencias y la sonoridad de las frases, que son repetidas hasta la saciedad no sólo por sus autores sino por quienes informan en los medios de comunicación y quienes comentan en los bares o los lugares públicos en los que los ciudadanos ocupan su tiempo libre. Ahora que la Política, y los partidos en que se sustenta, se fortalecen de modo harto artificial, es más importante el impacto primero que cualquier efecto posterior. (Sirva como ejemplo la ocurrente frase del Presidente Sánchez, que ha definido el pulso de fuerza de las próximas Elecciones andaluzas como un pulso entre "derechos y derechas"). A nadie se le oculta que la sonoridad de la frase resulta más eficaz que cualquier medida que se pueda anunciar, para los efectos electoralistas que persiguen los líderes andaluces. Sin embargo, conviene que no nos vayamos del asunto que nos ocupa, y que me ha llevado a escribir este artículo, ahora que el debate político e ideológico adolece de una superficialidad excesiva. Por si fuera poco, la incipiente fuente de esperanza que supuso el advenimiento de la comunista Yolanda Díaz -en el paquete correspondiente a UPodemos-, se ve ahora en ese espacio lleno de dudas de un término (Sumar) que tanto vale para un roto como para un descosido.

La Política se tambalea porque las ideologías, lejos de definir con rotundidad sus espacios, los dejan al arbitrio de todo tipo de interpretaciones. ¿Qué tienen que ver, ahora mismo, los liderazgos con las ideologías? ¿Dónde escriben, con letras claras e indelebles, sus idearios los partidos? ¿Reivindica algo concreto la izquierda frente al centro o la derecha tenue y soportable? ¿No será Vox, acaso, la coartada que usen algunos que se dicen revolucionarios y de izquierdas, para convertirse en liberales y, como tal, de derechas? El debate partidista es bastante inconsistente. Lejos de tener en su frontispicio los principios ideológicos, sus discusiones adolecen de una superficialidad excesiva que busca exclusivamente el poder, aunque para ello deba incluso prostituirse en la lucha por ocupar el Gobierno.

Ahora que iniciamos el cuarto y último año de esta Legislatura, cualquier análisis meticuloso provoca más dudas que certezas. Los ministros y ministras que UPodemos -salvo, en buena medida, Yolanda Díaz-, han aportado demasiado poco al Gobierno. En todo caso, en varios momentos han provocado inestabilidad a raudales, porque han obrado en casi todas las ocasiones obsesionados por hacerse ver y notar mucho más que por ser eficaces. Es cierto que el Gobierno socialista, mal que bien, ha podido sacar adelante bastantes propuestas, pero han sido excesivos los pelos que ha ido dejando en la gatera, en unos casos por los rigores que le han infligido los independentistas vascos y catalanes, y en otros casos -esto es lo realmente grave-, por las inseguridades y desobediencias que los de UPodemos han ejercido.

Ahora UPodemos alza banderas extrañas que datan de los tiempos en que ellos no existían. Da cierta pena ver a quienes lucharon a brazo partido durante la Dictadura y la Transición por los derechos de los más pobres y oprimidos, que ahora son criticados e, incluso despreciados, por líderes de escasa consistencia llegados después de que los movimientos de liberación, económicos o feministas (por ejemplo), les allanaran el camino. Alardea, por ejemplo, la Ministra Belarra de que "hay Podemos para rato". Y no hay porqué dudarlo, pero ella misma también afirmó que el proyecto de Yolanda Díaz (Sumar) no es el suyo, por eso cabe pensar que si el proyecto Sumar de Yolanda Díaz cobra cierta fuerza, tal vez no sea necesario para el PSOE pactar con UPodemos. Parece evidente que el historial y la solvencia ideológica de Yolanda Díaz van a ofrecer un soporte más creíble y consistente al PSOE que el que ofrece UPodemos. Los alardes dialécticos de la Sra. Belarra ("Somos la fuerza que cambió para siempre la política española... que ha llevado a la izquierda de este país a sus mejores resultados y sus máximas cotas de poder institucional desde que en España se volvió a poder votar"), me hacen, como mínimo, sonreír. Es lo que ocurre cuando se viste con oropeles a quien no se hace acreedor a ellos. En España hubo tiempos mucho más problemáticos e importantes que los actuales. Quienes en aquellos tiempos ejercieron la política activa sabían que debían compartir con todos los demás, fueran de derechas o de izquierdas, nacionales o nacionalistas, el objetivo común de construir y preservar la Democracia que, cuarenta años después, permitiera por ejemplo a la señora Belarra decir las bobadas e inexactitudes que ha dicho.

Da la impresión de que la señora Belarra ha sido la que ha liberado a España y a los españoles. Pónganle a la señora Belarra barras y estrellas doradas en la bocamanga y aténganse a las consecuencias... ¡Sea comedida, señora ministra!