N mi época, el estudio y el conocimiento se sustentaban en la memorización. Yo intentaba racionalizar la información que recibía pero no siempre era posible colegir para qué servían aquellas cosas, qué utilidad tenían o por qué fundamentos lógicos se regían. Cuando en matemáticas me empezaron a hablar de logaritmos neperianos o de "límites cuando n tiende a infinito", se me apagaron las luces. Lo mismo me ocurrió con la física.

Así que para intentar dar respuesta a muchas de las cuestiones tuve que echar mano a la retentiva. Ahora bien, repetir como un papagayo algo aprendido de memoria tenía sus riesgos. Muchos riesgos. Confundir un concepto era como rayar un vinilo, lo que podía provocar que el producto final resultara inservible. Así que, en ocasiones, buscara pequeños juegos de palabras que alimentaran formulaciones o principios básicos. Por ejemplo, para recordar las unidades vinculadas a la energía (frecuencia, potencia, carga eléctrica...) encontraba el dicho "Un julio y un hercio se fueron a dar un voltio, se metieron en un watio y les dieron por el culombio". Un juego de palabras parecido a la fórmula para conocer el interés en el mundo de las finanzas. El socorrido "carrete" (Capital x rédito x tiempo).

En el campo de las humanidades, encontrar este tipo de recursos evocadores era un poco más difícil, pero recuerdo uno vinculado a la cultura helena y en especial a los principales creadores literarios de la Grecia clásica. Decía así: "Eurípides, no me Sófocles que te Esquilo". Y hasta Esquilo quería llegar porque quien peleó contra los persas en las batallas de Maratón y Salamina fue el primer dramaturgo identificado como tal y suya fue una cita universal que hoy cobra su total vigencia: "La verdad es la primera víctima de la guerra".

El conflicto armado provocado por la invasión rusa de Ucrania no es una excepción. Es, además, el ejemplo de un nuevo tipo de contienda, la denominada "guerra híbrida". Se denomina así a la agresión generada en función de una combinación de fuerzas irregulares encubiertas y, principalmente, al ataque basado en la implementación de campañas de propaganda, información y desinformación a gran escala.

Valery Gerasimov, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia desde 2012, está considerado como el primicial impulsor de la utilización de la "desinformación" como doctrina militar moderna. Ya en el año 2013, Gerasimov teorizó sobre las nuevas formas de contienda afirmando que "el espacio de la información abría amplias posibilidades asimétricas para reducir el potencial de combate del enemigo".

Desde entonces, la mayoría de expertos han apuntado al Kremlin como origen de la multitud de campañas de desinformación lanzadas hacia occidente con especial incidencia en las elecciones de Estados Unidos ganadas por Trump o la decisión británica del Brexit. Con posterioridad, la desinformación está por todas partes. La guerra sucia informativa ha capilarizado su influencia por doquier utilizando no solo soportes digitales que simulan medios de comunicación clásicos sino que se ha abierto paso hasta determinadas firmas de supuestos analistas cuya pretendida influencia está siendo utilizada sin contraste ni filtro en servicios informativos de incidencia masiva.

En el caso de la invasión de Ucrania y como fase previa al comienzo de la intervención militar, los medios del Kremlin y sus satélites desplegados por todo el mundo publicaron y emitieron decenas de informaciones que defendían la idea de que Rusia movilizaba a sus soldados "contra el inminente ataque de Ucrania", una nación dominada por los "neonazis" entrenados por la OTAN y las potencias occidentales, que según siempre los servicios de información de Putin, pretendían establecer allí sus bases militares. Según ese relato, Rusia era la nación amenazada y los occidentales, representados por Estados Unidos y la OTAN, la fuerza impulsora de una inminente agresión.

Los medios de comunicación utilizados desde Moscú intentaron presentar a Ucrania como un país despiadado. Servicios informativos como Russia Today o Sputnik difundieron en sus redes sociales a principios de diciembre un vídeo en el que supuestamente guardias fronterizos ucranios mataban a un grupo de inmigrantes que intentaban entrar en el país a través de la frontera con Bielorrusia. En las imágenes, imposibles de geolocalizar y aparentemente grabadas con una cámara de infrarrojos, se apreciaba a un grupo de personas tiroteadas, supuestamente, por el ejército ucranio. Sin embargo, las imágenes eran falsas

Otro ejemplo recurrente de intento de desprestigio de la imagen de Ucrania fue la supuesta relación entre sus dirigentes y el neofascismo. Dicha identificación, absolutamente engañosa, alcanzó su máxima expresión con la divulgación de una foto en la que se veía al presidente Zelensky sujetando una camiseta con la esvástica. Un montaje repetido viralmente.

La desinformación y la propaganda se han acentuado una vez que la fuerza de las armas ha generado destrucción, víctimas y desolación. Rusia ha insistido en su política de la manipulación. Internamente no reconoce su participación en la guerra. La considera eufemísticamente de "operación especial". Al tiempo, anunciaba la apertura de corredores humanitarios impracticables y que incesantemente bombardeaba o acusaba al gobierno legítimo de Ucrania de estar detrás del ataque a las centrales nucleares de Chernóbil y Zaporiyia. Bombas y desinformación en un mismo escenario.

Ucrania, por su parte, también ha echado mano de la propaganda, pero su acción publicitaria ha tenido como objetivo mensajes pasionales, en los que pretende consolidar su imagen de víctima, haciendo referencia al heroísmo resistente de su ejército y milicias. Destaca entre su discurso épico, el viralizado vídeo del fantasma de Kiev, un desconocido e inexistente piloto ucranio, que en las primeras horas de la invasión derribaba media docena de aviones rusos.

En ocasiones resulta difícil determinar si las imágenes que vemos en los noticieros son reales o se trata de una baza más de la desinformación. La presencia de corresponsales de guerra en la zona, las crónicas que éstos nos están trasladando, son, quizá, la base más objetiva que nos acerca a la verdad. Y la verdad nos habla de cientos de miles de personas refugiadas, huidas despavoridas de sus ciudades destrozadas. Nos habla de un cerco armado que asedia las principales urbes ucranias y nos presenta la evidencia de bombardeos a núcleos civiles, de víctimas atrapadas por el fuego ruso, por un enfrentamiento desigual en el que una potencia agresora trata de anexionarse por la fuerza un territorio, una nación, cuya ciudadanía resiste ejercitando su legítimo derecho a la defensa, aun a riesgo de ser aniquilados.

Las sociedades occidentales han respondido al desafío ruso con la prudencia exigida de no cometer respuestas que supongan una escalada bélica que nos lleve a una confrontación de escala mundial. Sin embargo su respuesta unánime de aislamiento económico al régimen de Putin y el impacto de ese tensionamiento en la economía y el mercado energético global ha abierto un nuevo escenario de guerra cuyo coste deberá ser asumido por las sociedades democráticas como su aportación particular en la defensa de la libertad y de rechazo a la tiranía violenta del Kremlin.

Las consecuencias del cierre financiero a Moscú y, esperamos la pronta desligazón del mercado ruso de la energía (gas, carbón y petróleo) va a provocar -lo está haciendo ya- una situación de crisis en las economías occidentales. La falta de suministros básicos, la disparada carestía de la energía nos volverán a traer inflación, inactividad, desempleo y apreturas en lo que el lehendakari Urkullu se ha permitido ya en calificar como "economía de guerra".

La nueva crisis que se nos instala puede ser el caldo de cultivo de agoreros que traten de volcar la insatisfacción de la gente hacia ámbitos políticos e institucionales ajenos a la responsabilidad última del conflicto, desenfocando la responsabilidad del mismo. Es tiempo, por lo tanto, de pescadores de ríos revueltos que habrá que identificar y desenmascarar. Porque la "desinformación" también se viste de periodista, catedrático o politólogo de apellido de postín que lo mismo manipula en la televisión pública vasca o en el canal oficial iraní de habla española que abiertamente se alinea con Putin.

Si los ucranianos resisten a la barbarie, nuestra obligación para con ellos es, igualmente, mantenernos unidos. En defensa de la dignidad humana. Y de la verdad. * Miembro del Euskadi Buru Batzar del PNV