OMO en toda casa llena de mugre hay suciedad resistente a ser limpiada. Como la corrupción, presunta o no, o la grasa que chorrea por la imbatible Génova, la gran factoría de pirómanos chiquilicuatres. Una antes se entretenía con los escándalos del PP y los señores y señoras poco de fiar que parecían algo, no se sabe muy bien qué. Lo mismo daba una Rita Barberá, un Aznar, una Esperanza Aguirre o un M Punto Rajoy, todos conspiraban a lo largo de las décadas y tenían esa pátina de insuficiencia bien disimulada. La cuerda de herederos trae, sin embargo, un PP que ya es un meme y una cadena de relevaciones. Casado reconociendo que investigó, Ayuso que su hermano cobró mientras García Egea jugaba al Stratego en un apuesta insaciable por acabar con el partido sin proponérselo. Iturgaiz lleva todo el fin de semana preparando lo que no dijo el viernes cuando le preguntaron. Nadie esperaba que eligiera entre papá o mamá, quien le colocó y su alter ego ideológico, así que situó el ventilador como esa línea de defensa incontestablea. Y le dio para un desayuno entero: de Otegi, al PSE, los nacionalismos, Zaldibar, el estatus, Osakidetza, Urkullu y, cómo no, Sánchez. Este partido es tan poco potable ni rozándole la fiesta rave que se han montado en Madrid. Todos empiezan a perder espacio en la fragmentación del fin del marianismo en competencia con las brechas tradicionales de la izquierda, tan acostumbrada a los cosidos. Un fuego cruzado de pequeños sujetos jugando al poder con un parchís. A todos, adiós.

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