OS últimos acontecimientos de la crisis ucraniana evidencian una vez más lo acertada que era la definición de la política que hizo Otto von Bismarck (el canciller de hierro) : Política es el arte de lo posible

Ahora, casi acabado el órdago ruso sobre los territorios ucranianos, el balance es que actualmente para Rusia no es posible reestablecer la zona de influencia exclusiva que tuvo la URSS a mediados del siglo pasado sobre medio Viejo Continente. Para ello le falta hoy en día más poderío militar y, sobre todo, más fuerza industrial y financiera. En ambos terrenos Occidente es más fuerte que la Federación Rusa... aunque con los respectivos arsenales nucleares, unos y otros tienen capacidad más que suficiente para un aniquilamiento mutuo.

El actual desequilibrio inquieta en Moscú -el presidente ruso, Putin, es un gran patriota y un nostálgico de la Unión Soviética- y el amago de invasión de Ucrania era la única baza política del Kremlin en estos momentos. Las discrepancias egoístas sacuden la Unión Europea y la crispación política interna parece paralizar a los EE.UU. Con este panorama, el órdago ruso era casi obligado. Tanto más, cuanto que los grandes desequilibrios han desembocado siempre a lo largo de la Historia en grandes crisis.

Pero querer no es poder. Ni cuando se tiene razón. La de Putin es indiscutible tan solo desde el punto de vista ruso; ucranianos, eslovacos, rumanos, búlgaros, croatas, etc. tienen tanta razón como Putin en querer todo lo contrario : mantener sus respectivas independencias plenas. Y por ahora, las mantienen.

El problema es complejo y de evolución imprevisible. El futuro económico del mundo capitalista no es optimista; a corto plazo, el piafar financiero -o incluso un retroceso- es más que posible y la estabilidad de las naciones que constituían el antiguo cinturón de seguridad de la URSS depende grandemente del crecimiento económico.

Y, como se ha visto en el Oriente Medio y en el Afganistán, los EE.UU. -que son el brazo armado de Occidente- hilan fino y tacaño a la hora de defender sus zonas de influencia en el mundo. Washington tiene pocos reparos en retirar sus tropas de los países que le suponen una sangría por la duración de los conflictos y los gastos militares que generan. Afganistán, Siria e Irak no interesan una vez suprimidos Alqaeda, el Estado Islámico, Saddam Hussein.

En la media Europa ex soviética podría repetirse en fenómeno si sus naciones se transformasen en otros tantos Irak, Siria o Afganistán. Y lo que Putin no ha logrado ahora, concentrando decenas y decenas de miles de tropas alrededor de Ucrania, lo podría obtener en esta hipotética coyuntura a precio de saldo.

Claro que con las baratijas es difícil hacer fortuna...