YA ni nos acordamos de cuando Pablo Casado quiso marianizarse dejándose la barba y poniéndola a remojar viendo el romance Aznar-Rajoy, sobre todo cuando al segundo le cayó toda una crisis encima por el estallido de una burbuja de origen desconocido en la España del pelotazo. Casado está solo. Porque si a uno el de Valladolid no le ríe las gracias, no hay padrino ni liderazgo que valga con este Nadal del PP pero con bigote porque, aún en distintos siglos, anda igual de pelotas en femenino y en masculino. Estos últimos se le arremolinaban en el mostacho de los 90, y ahí estaba Casado, pelota de Aznar en el nuevo milenio, deseando ser el presidente del PP solo porque Aznar lo quiso mientras despreciaba a un amortizado Mariano. Pero Aznar no se termina de marchar nunca y desde que dijo que se iba, la sombra es tan alargada que en el PP ya todo es negro. Una mira a este señor, que es como un martillo pilón y, líder que no le gusta, ahí va, al machaque con sus recaditos furtivos sobre incapaces en la estrategia de frenar a Vox. El fin de semana citó a varios referentes del PP salvo a Casado, que ha descubierto que las filias de Aznar, el más fuerte comando autónomo del PP, tienen algo de teoría económica porque solo se rigen por el mercado de votantes. Como Nadal, siempre haciendo historia, Aznar es una factoría inagotable de malos sucesores a los que atizar frente a Abascal. Hasta que lo necesitan.

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