O tiene sentido jugar este partido en Arabia". (Raúl García, Athletic).

Después se lo he oído a otros, pero al primero de los más concernidos al que le escuché (leí, porque fue en las páginas de un diario) dar su opinión sobre la participación del Athletic en la Supercopa, en Arabia Saudí, fue Raúl García. Cuando se lo oí a él, ningún otro se había pronunciado, ni jugador ni directivo del Club, incluso ningún comentarista político de tantos como abundan. Siendo, como es, un futbolista luchador e impenitente en el rectángulo, aunque algo proclive a la picaresca propia del futbolista, que simula alguna falta y lleva al extremo las consecuencias de cualquier encontronazo propio del fútbol, siempre le he definido como "algo marrullero". (Más o menos como yo cuando jugaba al fútbol, precisamente en un puesto parecido al que ocupa como delantero en punta, de quien los aficionados requieren mucha lucha y muchos goles). Pues bien, sus pronunciamientos descalificando el lugar en que se ha celebrado el campeonato han sido impecables y han mostrado una dimensión humana libre de toda sospecha, máxime teniendo en cuenta que en el día siguiente el presidente del Athletic se haya expresado en sentido contrario, lo cual da a entender que más allá de su pertenencia a un Club de Fútbol, se trata de alguien que no teme a quienes pudieran escuchar, y criticar, sus opiniones. Alguien pensará que esto no tiene mucha importancia, pero sí, la tiene y mucha teniendo en cuenta que el fútbol reúne en torno a un deporte, ya convertido en espectáculo, a aficionados, adeptos y enfervorizados seguidores capaces de sentir por los futbolistas admiraciones y fervores como los que antaño eran reservados a los dioses.

He estado muy atento a las referencias de los periódicos, en esta oportunidad no tanto pensando en el fenómeno deportivo y competitivo, sino en el espectáculo mediático que ha tenido lugar. Ha llamado la atención de los informadores, lógicamente, el momento en que los jugadores han llegado al aeropuerto de Riad y han sido celebrados con un ramito que contenía una flor. Dicho ramo ha sido entregado a cada uno de ellos por un muchacho cuyo nombre no figura en el pie de la foto, con su túnica (thawb o dishdasha) y su pañuelo en la cabeza (kufiyya), sujetado por un cordón negro (agal). Este atuendo típico ha contrastado claramente con el atuendo mostrado por nuestros futbolistas, de cariz puramente deportivo. Y, curiosamente, la foto elegida para las portadas de los periódicos, ha recogido el momento en que quien recibía el regalo de bienvenida era precisamente Iñaki Willians.

Volvamos al principio porque las declaraciones de Raúl García han sido valientes, en la medida justa, siempre sobreentendida y escasamente explicada. En Arabia Saudí el fútbol es un deporte escasamente practicado, lo cual siembra todas las dudas, porque el contrato por el que han acudido tiene una duración hasta 2029, y puede aportar a la Federación entre 250 y 320 millones de euros. He ahí el quid de la cuestión. El fútbol ya no se soporta a sí mismo y, por eso, tiene que recurrir a todo tipo de cambalaches, incluso a mostrar sus valores y propiedades en un lugar en el que no van a ser debidamente valorados. La reflexión de Raúl García es contundente: "Estamos jugando un campeonato de nuestro país, e irse a otro... todos sabemos el sentido que tiene". En estas palabras se ve tanto lo que expresan como lo que llevan aparejado y quieren expresar realmente. Raúl solo ha hablado de lo evidente: "No tiene sentido irse a allí para jugar un partido que tenía que jugarse aquí". Vamos, de Perogrullo... Y luego, lógicamente, recalcó que el fútbol, -sea como deporte o como espectáculo-, ha cambiado porque no se preocupa del aficionado ni del espectador, siendo ellos los que le siguen manteniendo y potenciando en los estadios en que tienen sus sedes.

El fútbol ya no es, exclusivamente, un deporte. No solo se trata de un partido de fútbol, se trata de un espectáculo multitudinario cuyos costos de mantenimiento resultan astronómicos. Al presidente Elizegi apenas le han servido las virtudes del fútbol -como deporte-, para justificar su existencia, por eso ha precisado que este viaje a Riad suponía un importante acopio de ingresos extras para los clubs, para el fútbol modesto "y además permitía al Athletic mostrar al mundo su modelo único". ¿No es escasamente consistente la disculpa esgrimida? Sobre todo teniendo en cuenta que el presupuesto de nuestro Athletic, con su modelo único y exclusivo incluido, tiene que soportar presupuestos tan nutridos y abultados como los de los equipos atiborrados de foráneos. El asunto da para muchas reflexiones, y en tales reflexiones hay que profundizar. Al parecer el acuerdo incluye siete años más, hasta el año 2029, durante los cuales habrá que cuidar mucho que los dineros comprometidos lleguen -al completo-, y sean posteriormente debidamente distribuidos en España, tanto entre lo correspondiente a los cuatro equipos participantes como en el porcentaje destinado al fútbol más humilde. ¿No sería mucho más lógico que lo que se reciba se use, exclusivamente, para potenciar el fútbol base, infantil y juvenil?

Habría que tener en cuenta que en el año 2019, por ejemplo, fueron ejecutados 184 árabes saudíes, y que en el año siguiente no habrán sido ejecutados menos. Todos ellos en aplicación de la pena de muerte vigente en el país. El asunto, ahora que ya se ha desarrollado el campeonato, no da más de sí, porque lo más importante no ha sido el fútbol, sino la vergüenza. En este artículo confluyen el descaro de Arabia Saudí con la desidia de la Federación Española de Fútbol y su aceptación de esta fórmula de cambalache con el rey Fahd. Manos mal que uno de los involucrados más notables, Raúl García, ha obrado con la máxima dignidad. (Ha habido algunos más que se han pronunciado en el mismo sentido, pero su pronunciamiento ha sido el más significativo).