"SE busca un entrenador solvente, capaz de encabezar la revolución clásica de la juventud en los equipos de cantera como el Athletic". Si el club de Ibaigane hubiese salido al mercado cuando decidió buscar una solución al renqueante juego y la menguante clasificación del equipo en las manos de Gaizka Garitano, hubiese colgado un anuncio semejante a este. Llegó Marcelino, un técnico ya testado en el fútbol profesional y en LaLiga Santander y pareció que, pese a llamarle en mitad del río, no había sido malo cambiar de caballo. Cuando el equipo despertó con brío, ganó la Supercopa, ya se entonaban los aleluyas.

Ni siquiera el desesperante ejercicio final para cerrar el curso, con las dos finales de Copa perdidas con un actitud propia de una damisela lánguida, propia de una novela romántica, y un deambular en la liga a trancas y barrancas hizo que saltasen las alarmas. "Les ha apretado tanto que han acabado fundidos", decían. Decíamos. "Veremos cuando aplique el plan de salida. Puede ser el año de la recuperación".

Al anuncio le faltaba algo: que traiga consigo la magia del gol. El vértigo del fútbol de hoy hace que la memoria sea más corta aún de lo que se le atribuye. Quizás porque se fue de madrugada y sin poder decirle el adiós que merecía. Aduriz había dejado el Athletic y el fútbol en mayo del pasado año. Era la ley del viejo fútbol imponiéndose de nuevo. Un delantero cercano a los cuarenta que aguantó hasta que el cuerpo dijo basta. Pero no se detenga quien esto lea en ese triste momento de los campos vacíos. Viajemos más atrás en el tiempo.

Las tres o cuatro temporadas anteriores Aduriz había sido el amo y señor del gol del Athletic, el absoluto gobernador de las áreas, el terror de las defensas contrarias cuando se desataba, como una tempestad, hacia el remate. Se dijo ya entonces. Con la boca pequeña, pero se preguntó. ¿Quién marcará los goles cuando no esté? O como se preguntaba Alejandro al cantar, ¿quién llenará de primaveras este enero?

No es la primera vez que el Athletic ha vivido relevos de este tipo y siempre halló solución. La cantera es el rayo que no cesa y algo saldrá o hay dinero en las arcas para... ¡Catacroc! Aquí estamos, año y medio después, con el Athletic de Marcelino intercalando intensos partidos con otros más intermitentes y un puñadito de horrores. La irregularidad propia de la revolución hasta que se asiente el nuevo gobierno. Pero más secos que la mojama de cara al gol y preocupados. Mucho. Lezama está en barbecho de goles, el dinero y el mercado ya no alcanzan y da miedo asomarse a la ventana. ¿Nadie buscó entonces?