ODO comenzó con algunos esporádicos y localizados pequeños movimientos sísmicos a los que las autoridades no dieron mucha importancia. Al fin y al cabo, hacía mucho tiempo que en aquellas tierras no había actividad volcánica y creían que los rescoldos estaban definitivamente apagados o controlados. Pero el magma continuaba soterrado y de vez en cuando se notaba alguna sacudida importante, sobre todo en fechas concretas. Para cuando los seísmos eran ya incontables, cada vez más superficiales, fuertes y numeroros como avisos de una gran erupción, hubo quien, pese a todo, siguió pensando que no iría a mayores. Pero sucedió. La erupción era incontenible. Grandes fumarolas, columnas de humo, gases, cenizas, flujos piroclásticos amenazaban con formar un gran río de lava imparable. Hubo una primera "fase efusiva" que pronto pasó a "explosiva". Un río de lava incandescente empezó a descender. Pero el propio terreno la detuvo. Llegó entonces la "fase de deflación", con significativa disminución de la presión del sistema magmático.

Catalunya fue un volcán en erupción cuyo punto álgido tuvo lugar hace hoy cuatro años, el 1-O. Hubo quien no lo vio venir, aunque los indicios eran incuestionables y solo se le ocurrió mandar a la policía a contener el río de lava a porrazos. Fue una pequeña gran catástrofe nada de natural . Ahora el magma está contenido, pero, como desde hace siglos, sigue ahí, bajo la superficie. Por suerte, no es como un volcán real que solo responde a las leyes de la naturaleza caiga quien caiga, aunque una sociedad ignorada, desoída, despreciada y humillada puede erupcionar de nuevo en cualquier momento, si sus fuerzas ardientes no encuentran salida. Ahora se busca canalizar esa presión mediante el diálogo. Es deseable que sea real y no como un intento de apagar un volcán con agua. Antes de que vuelva a estallar y la fuerza de la lava termine ganando terreno al mar.