L problema de liderazgos tan fuertes, efectivos y carismáticos como el de Angela Merkel es siempre su sustitución. Los democristianos alemanes pasarán ahora su travesía en el desierto. Laschet tiene un buen marrón por delante. Pero que no canten victoria los socialdemócratas o cualquiera que, ante lo ajustado de los resultados electorales, quiera asaltar la cancillería alemana porque la vara de medir va a ser siempre Merkel, convertida en un jarrón chino como sombra de quien mande. Quizá dentro de poco todos estemos suspirando: ¡Vuelve, Angela!