ENTRÉ en la entonces Universidad de Bilbao hace más de cuarenta años. Mientras hacía la carrera y casi sin que nos enterásemos, pasó a ser la Universidad del País Vasco. Durante todos estos años ha sido la única universidad pública de nuestra comunidad autónoma y a día de hoy, sigue siendo, por número de estudiantes, de personal, estudios impartidos y potencial investigador, la principal universidad del conjunto de Vasconia.

Durante estos cuarenta años he asistido al crecimiento, no sin dificultades, de nuestra institución universitaria. Hemos pasado de la penuria y las condiciones penosas en que se estudiaba, enseñaba e investigaba hace cuatro décadas, a ser una de las principales universidades de un amplio entorno geográfico y cultural.

Tenemos una oferta de estudios que abarca todos los campos del saber y con una amplia diversidad de títulos, tanto de grado como de posgrado. La gran mayoría de los estudios se pueden cursar en lengua vasca. Y la oferta de docencia en inglés es cada año más amplia. Nuestra producción investigadora no ha dejado de crecer, tanto en cantidad como, sobre todo, en calidad. La transferencia de conocimiento a la sociedad, tanto a través de quienes se titulan cada año, como de forma directa, es la mayor que hemos conocido. Por todo ello, la UPV/EHU es parte destacada del paisaje social, con una presencia creciente en el espacio público vasco, y forma parte de una rica y diversa red de relaciones con universidades de otros países. Y aunque a los rankings hay que darles la importancia justa (pero no más), figuramos desde hace casi una década entre las quinientas mejores universidades del mundo en el de Shanghái, y en las dos últimas evaluaciones, hemos aparecido entre las mejores cuatrocientas.

Lo que hoy es, representa y ofrece nuestra universidad pública al conjunto de la sociedad vasca y al mundo, es fruto de la dedicación y el talento de sus integrantes, así como del apoyo prestado por la sociedad de forma directa y a través de las instituciones públicas. El progreso social y económico que ha experimentado el País Vasco y el bienestar que de ello se ha derivado para su ciudadanía no habría sido posible sin la UPV/EHU. La sociedad, sin su existencia, no sería reconocible hoy.

Los últimos doce años, los correspondientes a los dos mandatos del rector Iñaki Goirizelaia y al de la rectora Nekane Balluerka, han sido especialmente fructíferos, a pesar incluso de la gran crisis que se desató en 2008 y que ha extendido sus efectos hasta hace bien poco. Durante la última década no solo hemos progresado académicamente. La convivencia interna, a pesar de ocasionales sobresaltos, también ha mejorado mucho. Y como consecuencia, casi sin darnos cuenta, lo que era una universidad conflictiva, pobre y prácticamente desconocida en el concierto universitario internacional, ha pasado a ser una universidad con los conflictos propios de las instituciones académicas, con medios razonablemente buenos, aunque siempre mejorables, y con una presencia internacional estimable, pero con un amplio recorrido por delante. Y sin embargo, que las cosas sean como las he presentado, puede convertirse en nuestro principal obstáculo para progresar, porque corremos el riesgo de caer en la complacencia.

El próximo día 26 se celebran elecciones al rectorado de la UPV/EHU. Como viene ocurriendo desde 2012 (tres últimas convocatorias, incluida la actual), a la convocatoria se ha presentado una única candidatura, la liderada por la catedrática de Economía Aplicada Eva Ferreira. No es extraño que así sea. La nuestra es una universidad grande, compleja (compleja de verdad) y difícil de gobernar. Tiene una diversidad interna muy grande -con historia, cultura universitaria e intereses muy variopintos-, un grado alto de descentralización y se relaciona con un entramado institucional barroco también. Por otro lado, con el tiempo, algunos de los conflictos más serios que hemos sufrido han desaparecido, o se han atenuado mucho. Hay por ello, pocos incentivos para lanzarse a la aventura rectoral, máxime en un momento tan difícil como el presente, con unas condiciones dificilísimas para el desempeño universitario a causa de la covid-19.

Eva Ferreira es una magnífica candidata y, de salir elegida, estoy convencido de que será una buena rectora. Cuenta con un conocimiento de la institución que, en este momento, tienen muy pocas personas. Ha sido vicerrectora y secretaria general de la universidad, lo que le da conocimiento del "interior", de la casa; y también ha dirigido Unibasq, la agencia de calidad universitaria vasca, un observatorio magnífico para tener una imagen desde el "exterior". Son visiones complementarias, y mutuamente enriquecedoras, de una misma institución. Conozco a la candidata; a las condiciones dichas, suma un proyecto para la institución universitaria acorde con los tiempos y con las aspiraciones de nuestra sociedad, y determinación para llevarlo adelante. Y cuenta con un equipo excelente, con diversidad y experiencia.

Eva Ferreira tiene antes sí una tarea ardua, porque, el mundo universitario y la sociedad en que la UPV/EHU debe desenvolverse son como el país de la Reina Roja de la novela Alicia a través del espejo, de Lewis Carroll. Para permanecer donde se encuentra ha de correr, por lo que si desea avanzar ha de caerlo aún más rápido. De otra forma corre el riesgo de retornar a la insignificancia.

Insisto en la necesidad de evitar caer en la autocomplacencia. Nuestra candidata a rectora va a necesitar el apoyo de la comunidad universitaria durante todo su mandato, porque solo con ese apoyo será posible el progreso de la UPV/EHU. Y para empezar, lo necesita el mismo día de la votación, porque el ejercicio del voto será el primer indicador de compromiso colectivo. Yo, desde luego, votaré; votaré que sí a Eva Ferreira porque de esa forma votaré que sí al progreso de nuestra universidad y de quienes integramos su comunidad y la sociedad vasca. Votaré que sí porque en el país de la Reina Roja no me quiero conformar con permanecer donde me encuentro, porque quiero llegar más lejos, porque quiero una universidad aún mejor.