O confieso: quiero para Trump la más humillante de las derrotas. No confío demasiado en ello, aunque sí en que le manden al paro, como a millones de estadounidenses en sus últimos años de legislatura. Seguramente soy más vengativo de lo que me atrevo a admitir pero quiero al demagogo de las libertades, al apóstol de la mentira, la misoginia, el racismo y la violencia doblado sobre sí, echando las tripas en una agonía de recuento electoral que le clave el hocico al suelo, humillada la testuz. Que la democracia lo espectore. Y mañana, a atar al próximo al mismo potro de tortura de las urnas.