NTRE los diversos elementos ornamentales escultóricos del Parque de Bilbao y especialmente por su situación en el perímetro del Museo de Bellas Artes, en el Espacio Arriaga, se encuentra el Monumento a Arriaga enfatizado con la escultura Melpómene, en ocasiones citada como Euterpe y según la mitología griega musa de la armonía musical, como homenaje al precoz músico y compositor prematuramente fallecido Juan Crisóstomo de Arriaga (1806-1826). Erigida por concurso público convocado por el Ayuntamiento en 1905, para conmemorar un año después el centenario del nacimiento del genial artista, fue ganado por el escultor y orfebre Francisco Durrieu de Madrón, Durrio (Valladolid, 1868-París, 1940) precursor de la escultura contemporánea vasca. Una estilizada y sobria figura femenina desnuda de puntillas con el cuerpo arqueado hacia atrás sujeta una lira, de la que brota un surco de agua contra su pecho con los brazos doblados horizontalmente en cruz de evocador simbolismo y sublime belleza dramática. Fue realizada en bronce al fuego para ser colocada en un exterior sobre pedestal.

Tras un prolongado periodo de ejecución, y sucesivos retrasos, tuvo que ser terminada a decisión del ayuntamiento por su discípulo Valentín Dueñas (1888-1952) autor del basamento de concepción volumétrica arquitectónica y tronco piramidal de granito rosa con otros elementos simbólicos. Presenta una gran máscara en un lado, dos esfinges en el opuesto de reminiscencia egipcia y un pentagrama a lo largo de los otros lados de los que surgen finos hilos de agua que se deposita en un pequeño estanque rectangular que rodea el monumento. Se situó en el centro de la pérgola del Parque, rodeado por un parterre, y fue inaugurado el 13 de agosto de 1933.

No gustó este emplazamiento y posteriormente, en 1945, se trasladó al espacio entre los dos volúmenes en ángulo del museo, entonces solo el edificio inicial, abierto hacia la ciudad tal como había sido concebido. En 1948, una campaña de purismo del imperante nacionalcatolicismo (promovida por el periódico La Gaceta del Norte, al servicio de los sublevados) contra la sencilla y elegante desnudez de la figura femenina condicionó al alcalde de un ayuntamiento franquista y a una sociedad sometida y fue retirada en septiembre de 1950 y sustituida por otra estatua de piedra caliza más academicista, rígida, vestida y con la lira en posición secundaria realizada en 1948 por Enrique Barros (1905-1990). La original quedó guardada en un almacén del museo hasta que posteriormente el entonces director de la pinacoteca, Javier Bengoechea, decidió volver a emplazarla en el mismo lugar el 26 de mayo de 1975, retirando la escultura suplantadora que pasaría años después a los jardines de La Casilla hasta 1985 y finalmente, desde 2000, a una fuente surtidor junto al muelle de Uribitarte.

Desde entonces centraliza y solemniza un excepcional e íntimo espacio público abierto rodeado por tres fachadas del museo, las dos del antiguo, una frontal del nuevo, el de 1970, y cuatro casi centenarios robustos plátanos que conforman un ámbito de libre acceso permanente con singulares connotaciones estéticas a lo largo del día y la noche, la luz y la sombra. Sin duda, uno de los más bellos monumentos de Euskal Herria a la vez que uno los lugares más singulares de la Villa, síntesis de espiritualidad, hermosura y poesía en la que se percibe una sinfonía de sensibilidad acorde al compositor homenajeado. Está singularmente catalogado en el Plan General como Elemento Protegido en su máximo nivel, el A.

Debe considerarse que en el concurso de ampliación y reforma del Museo, otorgado al proyecto Agravitas de Norman Foster & Partners y Luis María Uriarte, el monumento a Arriaga y su espacio circundante quedaría agredido al estar rotundamente descontextualizado en su ámbito espacial, ya que se concibió para un espacio público abierto y descubierto, no encerrado mirando a un techo, como se pretende. La configuración y sentido de la escultura de la musa que llora la muerte de Arriaga es una mirada, una plegaria al cielo y un lamento hacia la tierra mediante el agua que se desliza desde la propia lira a modo de sus cuerdas musicales. Se mutila brutalmente su integridad ya que pierde el carácter de elemento fuente ornamental y estanque en el que se inserta al desaparecer el vaso perimetral con la emisión y sonido de los hilos de agua de la lira y de las esfinges de carácter oriental de los vértices del basamento que evocan el sentido musical del homenaje al depositarse como un susurro en la sugestiva lámina de agua donde emite un reflejo de la estatua a modo de resonancia sonora constituyendo un armónico, único e inseparable monumento.

El monumento es raptado in situ al quedar dentro del cerramiento propuesto, por acristalado que sea como un escaparate, perdiendo su condición de libre acceso a su entorno inmediato como hasta el presente, un expolio ilegal al ser un monumento público propiedad del Ayuntamiento. Una privatización inadmisible, un embargo cultural de un bien social que convierte una plaza abierta en una sala museística, aunque reciba un chorro de luz diurna por una trepanación en el volumen del gigantesco edificio superior previsto que oprime este romántico y delicado espacio.

Apelamos a arquitectos, escultores, pintores, poetas, escritores, compositores, otros muchos artistas, personas cultas y sensibles a que manifiesten su criterio ¿no les preocupa esta agresión a la esencia de tan arraigada y admirada escultura y espacio público?

* Arquitecto