N agosto, 1936, las tropas de Mola entraron en Tolosa y una de las primeras acciones de represión emprendidas fue confiscar y saquear la Editorial López Mendizabal. Retiraron los libros de las estanterías, los colocaron en pila en la plaza Zaharra, los rociaron con gasolina y les prendieron fuego. Castigaban la empresa de Isaka López Mendizabal, descendiente de una saga de impresores devenidos de Lodosa, hombre de extraordinario currículum universitario, autor entre otras obras de Xabiertxo, novedad en el aprendizaje del euskera, y factor importante del renacimiento cultural vasco de su tiempo, Pizkunde, cuyo fundador Aitzol, José Ariztimuño, sería fusilado ese octubre en Hernani.

Una tormenta impidió el bibliocausto total y no lograron atrapar a Isaka, quien logró cruzar la frontera. Al invadir Francia la Alemania nazi, la familia embarcó hacia América en un viaje complicado que nos relata en su interesante libro Koldo Ordozgoiti: La odisea de Xabiertxo. El último paquebote, Ekin, 2019.

En ese tránsito, López Mendizabal estrechó amistad con la familia Irujo pues iban en el pasaje Aniana Ollo, 70 años, viuda de Daniel Irujo, madre de Manuel, dos de sus hijos y nietos. Quizá en las cubiertas de los barcos salvadores, el maduro Isaka y el joven Andrés recitarán los versos de la poetisa Dickinson: “...Para fugarnos de la tierra / Un libro es el mejor bajel / Y se viaja mejor en el poema / Que en el mas brioso y rápido corcel...”.

Arribados a Buenos Aires López Mendizabal e Irujo, sin perder tiempo, montaron una de las empresas más quijotescas del Éxodo Vasco, luchando contra los molinos de viento de las ideologías militaristas de su tiempo: Editorial Ekin y rescataron las obras incineradas y censuradas, exponiéndolas nuevamente en el escenario de la Cultura Universal. El puerto de partida fue en la sede del activo Laurak Bat de Buenos Aires, gozando del apoyo de la imprenta de Santiago Amorrortu. Publicaron en primer lugar, homenaje al fallecido y denostado Arturo Campion: El genio de Nabarra y seguidamente lo que supuso un best seller en los años en que la 2º Guerra Mundial campeaba por sus fueros, el libro del lehendakari Agirre: De Gernika a Nueva York pasando por Berlin, 1942, continuando en la reconstrucción de la columna vertebral cultural vasca, exponiendo la voz de hombres y mujeres condenados por la dictadura a sujetar su pensamiento, callar su voz, secar su tinta. Vivir fuera de su país.

Autores como Bingen Amezaga, Jose Miguel Barandiaran, Jon Bilbao, Prosper Boissonade, Arturo Campion, Bernardo y José Estornés Lasa, Jesús de Galíndez, Cecilia G. Guilarte, Manuel Irujo, Jesús de Leizaola, entre otras plumas afamadas en el mundo vasco, muchos de ellos traductores al euskera de obras como Hamlet o Martin Fierro, pudieron publicar su opinión y conocimiento sobre temas como Arte, Economía, Euskera, Gramática, Historia, Literatura. Isaaka López Mendizabal publicó una gramática para facilitar el aprendizaje del euskera y Andrés Irujo, seudónimo Lizarra, su vivencias en el frente de Gipuzkoa. Fue quien salvó de otro bibliocausto, al que eran tan aficionadas las tropas franquistas, la Biblioteca de Julio Urquijo.

La labor de Ekin a partir de 1965 la continúa en solitario Andrés Irujo hasta su muerte, 1993, dando resultado más de cien volúmenes publicados, a más de otras publicaciones, como un mapa de Euskadi que entró en todos los hogares vascos.

Y fue compatible, una piensa admirada cómo les daba tiempo para tanta labor, con la creación del Instituto Americano de Estudios Vascos, cuyo interesante Boletín Irujo dirigió hasta su muerte, en la tarea de director y colaborador. Conllevaba el trabajo editorial circunstancias adversas como el permanente déficit económico, escasez de personal, dificultades en la distribución, aunque nunca entró el desánimo en la lista de penalidades. Permaneció Ekin fiel a su formato original que perdura en los libros de la nueva etapa, aportando al mundo vasco en aquel tiempo de atroz sequía, una fecunda obra cultural de extraordinaria calidad. Ekin desde 1942 ha estado sita en Buenos Aires, hoy bajo la dirección de la viuda de Andrés, María Helena Etxeberry, directora de Eusko Kultur Etxea y Ekin Argitaletxea. El copioso archivo de Ekin guarda la correspondencia de los colaboradores con Irujo, sus quejas y proposiciones, facturas, los manuscritos llegados de Caracas o México en el tiempo en que las editoriales manejaban originales recibidos por correo ordinario, en papel y tinta escritas en maquinas Oliveti o Underwood... ese caudal bibliográfico permanecía en cajas de cartón, expuesto a los cataclismos que suelen acabar con los archivos.

Pero en el Día de los Archivos, Ekin, gracias a la generosidad de su directora Etxeberry, a la acción del doctor Xabier Irujo, de tantas personas que en ello han puesto empeño, ha regresado a la casa del padre de la que no debió salir, cumplida con creces su misión de mantener el espíritu vasco, expuesto su caudal tras su digitalizacion, catalogación y ordenamiento, al estudio de las nuevas generaciones. Ha sido recibida por el Archivo Histórico de Euskadi, con la presencia del lehendakari Urkullu.

Es un reconocimiento institucional que implica a Nabarra porque hay una bibliografía específica que nos atañe, y honra a los que dieron habla a las inquietudes de autores, proporcionando voz a historiadores, poetas, escritores, ensayistas quienes sumergiéndose en el vertiginoso laberinto del pasado, no solo encontraron sabiduría, sino pasión de hacer vida de lo que estaba condenado a morir.

El bajel ha entrado en puerto. Ongietorri.

*Bibliotecaria y escritora