A idea de aplaudir desde el balcón o ventana para dar las gracias al personal sanitario por su admirable y arriesgado trabajo por y para la ciudadanía se ha ido extendiendo por toda la geografía. Se ha extendido asimismo el agradecimiento a todas aquellas profesiones y personas que permanecen trabajando, alertas para ayudarnos y hacernos la vida un poco mejor.

Tal vez sea este uno de esos momentos en la historia en que el género humano, necesitado de reconocerse, de acercarse, de sentir que unidos resistimos y unidas saldremos adelante, tiene la oportunidad de abrir paso a una nueva realidad civilizatoria, más consciente de nuestra fragilidad y, por eso mismo, más cooperativa y más fraternal. En medio de un modelo social cada vez menos comunitario y más individualista, ha hecho falta una amenaza exterior para darnos cuenta de que solo en la comunidad los seres humanos podemos completarnos y lograr metas que merezcan la pena. Así pensaba el filósofo austriaco Martín Buber.

Los aplausos desde balcones y ventanas no tienen ningún rasgo festivo ni de frivolidad, como algunos pocos han querido ver. Son más un canto a la vida, y si se me apura a la vida heroica de muchas personas que han hecho profesión de sus mejores valores, lo cual les coloca en lo alto del género humano. Quien más quien menos ha estado en una clínica como paciente o visitante y ha podido comprobar que los míticos e irreales ángeles del cielo están en la Tierra.

Puestos a imaginar, que esta tragedia que atravesamos con distinto humor y entereza, casi siempre con algún grado de ansiedad, nos sirva para multiplicar nuestra empatía, esa que se pone en el lugar del otro pero además se ocupa del otro, para celebrar la solidaridad.

Estos días nos conocemos mejor y descubrimos a vecinos y vecinas que trabajan con generosidad para la gente en distintas profesiones. Ya podemos pasar del recurrente comentario sobre el tiempo en los ascensores y hablar de cómo nos va. Conocernos un poco más.

¿Esto quiere decir que no ha habido actos incívicos e insolidarios? Los ha habido. Basta con recordar a quienes estando prohibido han viajado a su segunda vivienda. Pienso que son personas sin empatía e irresponsables. Pero, con todo, este tipo de actos no ensombrece la grandeza ciudadana de estos días.

El escritor Eduardo Galeano solía decir que el sentido comunitario de la vida es la expresión más entrañable del sentido común. "Solo los pozos se construyen desde arriba", afirmaba. Con ello hacía alusión a que, frente a la inflación de palabrería, la sociedad, la comunidad, se hace desde abajo. Y desde abajo y con la presión de los de abajo se hizo el Estado de Bienestar que en los últimos años las élites económicas han querido que fuera tema de arqueólogos. Ahora, en la crisis de salud pública que padecemos, hemos redescubierto que lo público, y en particular la sanidad, es innegociable y frente a los caraduras que nos hablan de la mayor eficacia de las clínicas privadas nos enfrentaremos sin complejos. Ya sabemos quién nos salva la vida.

Me parece que el liberalismo se ha pasado con su canto a la propiedad privada y los ataques al Estado. Cuando se mutó en neoliberalismo, nada se le puso por medio. Nada que ver con el liberalismo de Stuart Mill, que proponía que el individualismo liberal debe ser contemplado y reformado con algunas de las demandas socialistas. Menos que ver aún con la propuesta de Keynes de sustitución del liberalismo puro y duro por economías mixtas en las que el Estado ha de ejercer un papel económico decisivo. Esto último es lo que ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial, surgiendo el Estado del bienestar. En los años 70, Margaret Thatcher y Ronald Reagan tomaron con fuerza medidas para poner fin a la tutela social por parte del Estado y para eliminar gradualmente los mecanismos de redistribución de la renta. Pronto su neoliberalismo se extendió y globalizó.

Sí, es este neoliberalismo salvaje el que ha pretendido y todavía busca liquidar el sistema sanitario público. En buena parte lo ha conseguido y solo gracias a las movilizaciones blancas de años atrás se ha conseguido parar sus nuevos intentos. Este neoliberalismo es criminal. Lo estamos viendo con el coronavirus. Si le dejáramos avanzar más, acabaría con lo púbico y solo los que tienen dinero podrían diagnosticarse y tratarse. Creo que en adelante a quienes defiendan la privatización de la sanidad pública habría que afearles, señalarles con el dedo y hacerles el vacío social.* Analista