EL imán de Ripoll fue confidente del servicio secreto hasta el día del atentado” o “El CNI escuchaba los móviles de los asesinos de Las Ramblas cinco días antes de la matanza”. En cualquier otro país de sólida tradición democrática, estos titulares hubiesen sido titular de primer plana e interés preferente en medios de comunicación de verdad independientes del sistema, al margen de las necesarias intervenciones y comparecencias parlamentarias de los responsables de los servicios; algo que hasta ahora ha sido impedido por el PP y el PSOE. No hablo de investigación interna porque eso es una burla ritual a la ciudadanía, un apagafuegos grosero.

Es un decir que en otros países esto hubiese sido ya desvelado porque el asunto es tan grave que como sucede con mucho de lo que a las cloacas pertenece de ellas no sale. Película o novela, y en eso quedará por mucho que el lector tenga la sospecha o la convicción de que está leyendo el verdadero relato de lo sucedido. Las voces pensantes que hablan de conspiranoia no ayudan a echar luz y mucha prensa sobre este asunto, pero las fuentes en este caso, las del periodista Bayo, de Público, no parecen pertenecer a ese terreno. ¿Van a dejar morir esta información que nos hace temer con el ritual “¡¿En qué manos estamos?!” que da en nada? Si lo publicado es cierto, es clara una responsabilidad criminal de los servicios de inteligencia. ¿Negligencia? Inexcusable.

Y entre tanto siento un escepticismo melancólico que comparto con muchos otros ciudadanos ante la decisión de Iglesias de retirar su pretensión de formar parte de un gobierno liderado por Sánchez para que avance un pacto de gobierno. Me temo que no pasamos de ser meros espectadores de un asunto -la formación de un gobierno progresista- grave y urgente. Te sientas o no concernido por ello, no es lo mismo un frente nacional de la derecha que un pacto de gobierno entre partidos de izquierda, con todas las limitaciones y reservas que podamos tener. Y lo que vale para allí, vale para la Comunidad Foral, con todas las reservas, insisto, que se puedan tener y reparos que se pueden poner. Basta observar los avances de la extrema derecha a la sombra de partidos que se decían liberales y de centro: unos eran invisibles, otros en la oposición de meter palos en las ruedas y ahora deciden políticas sociales. Como para desentenderse de los pactos de gobierno...

Pero nos entretenemos. Por ejemplo, a un futbolista multimillonario, estrella del fúrbol y de la mandanga mediática, le meten un multazo, que ya veremos si termina pagando, por talar una cantidad nada despreciable de árboles protegidos, algunos centenarios, en su finca de lujo de Alcobendas, La Moraleja, Madrid. Comportamiento asocial el suyo, a todas luces amparado en el estrellato y el aplauso de sus incondicionales y por la empresa monstruo a la que pertenece. Con la jijelife -que diría Juan Marsé por boca de Pijoaparte- hemos topado. Basta reparar en las andanzas de Florentino Pérez y sus congéneres, no hay pifia de la que no salgan con bien. Intocables, como la Botella con las viviendas sociales.

A otros les pillan conduciendo a más de 200 por hora y no pasa nada o pasa poco, mientras que a ti, si por un casual, te pillaran en esas circunstancias, acabarías en el trullo. Sería raro porque esos autos no están a tu alcance. Las andanzas turbias en las trastiendas sociales de estas estrellas mediáticas acaban siempre silenciadas: el daño que se puede causar al deporte, nada menos que al deporte, puede ser irreparable... la idiocia hace estragos. Como mucho, escándalos morbosos de un día. Por no hablar de los que evaden impuestos y hasta son procesados por delito fiscal que a otros, de poder hacerlo claro, les costaría mucha cárcel, y ahí siguen, en el campo, en el escenario, en los noticieros que ventean sus lujos.

Hay otros mundos que están en este, y el de los muy ricos es uno de ellos: no se rige por las leyes del común. De ir a parar al trullo se amotinarían los campos y sus propietarios, y eso no trae cuenta, estropearía mucho el negocio. Son estrellas y están más allá de los criterios que juzgan al común. Lo nuestro son delitos, lo suyo, como mucho, travesuras comprensibles en astros del deporte.* Escritor