eESCRIBÍA recientemente en Twitter el concejal de Navarra Suma en Pamplona, Fermín Alonso, lo siguiente: “El discurso del PSN es igualito al del PSC de Montilla en 2006. A partir de 2010 ya sabemos cómo le fue al PSC... y a Cataluña. Vender el alma al nacionalismo da sillones, pero pone en riesgo el futuro”. No pretendo una réplica concreta a aquel tuit, sino a una idea general (la supuesta catalanización de Navarra) que ha sido lanzada por su coalición desde hace tiempo, y que creo que debe tener una respuesta más global. Reducir el conflicto político catalán a una suerte de “los nacionalistas son insaciables” (como si ellos no lo fueran) es de un simplismo que no aborda -porque no se quiere- la raíz fundamental del problema territorial del Estado español: el reconocimiento de su plurinacionalidad . Simple y llanamente. Es una cuestión que se afrontó de manera tangencial en la Constitución del 78; pero que, con el tiempo y la deriva centralista de determinados partidos , ha terminado por pudrirse. Y es que, por mucho que se empeñen en convencernos de que son delirios de locos, el problema territorial hunde sus raíces en la historia española de los últimos doscientos años, cuando se comenzaron a construir los nuevos modelos de Estados imponiendo una única soberanía por encima de otras que existían.

Decía el filósofo Ortega y Gasset, en su ensayo La España Invertebrada, que “Castilla ha hecho a España, y Castilla la ha deshecho”. En ese ensayo, Ortega no está de acuerdo con los nacionalismos vasco y catalán; pero los analiza desde el punto del vista de que, estén o no equivocados, no van a desaparecer. El pensador pone el siguiente ejemplo en 1921: “El hombre condenado a vivir con una mujer a quien no ama siente las caricias de ésta como un irritante roce de cadenas”. Una interesante reflexión (más allá de que nuestra sensibilidad actual nos lleve a esperar una vuelta en aras de la igualdad), y que en mi opinión nos debería dirigir a buscar soluciones políticas a un problema que es única y exclusivamente de índole política.

Porque cuando las únicas recetas que propone la derecha española siguen siendo la negación del otro, el desprecio de otras culturas que no sean “las propias españolas por la Gracia De Dios”, las repugnantes y atroces mentiras que vierte día a día su prensa afín, y el palo y tentetieso ante cualquier reivindicación, efectivamente todas sus profecías corren riesgo de autocumplirse. si dejas un problema político pudrirse, lo lógico es que se cronifique.

Estamos en la Europa del siglo XXI, en la que ya se han visto soluciones democráticas a problemas complejos, como el escocés en 2014. Sin duda, el referéndum es un herramienta válida; pero también hay otras que merece la pena explorar, en la búsqueda de pactos transversales entre las diferentes identidades que hay en el Estado. Unos pactos transversales que construyan modelos en los que todos nos sintamos integrados, bajo el principio de no imponer y no impedir. Tal principio parte de renunciar a imponer una solución desde una identidad, y de que la otra identidad renuncie a bloquear sistemáticamente el status quo en el que la otra parte no se encuentra cómoda.

Y, así las cosas, llegamos a Navarra. El Acuerdo Programático de 2015 supuso un hito en la superación de la eterna guerra de trincheras ideológicas de nuestra tierra. Durante estos cuatro años, el gobierno liderado por Uxue Barkos ha tenido el reto de innovar políticamente -en la tierra del “loseta o adoquín” que tan acertadamente describió hace unos días Javier Lorente- para poder salir de ese círculo vicioso y construir una sociedad con nuevas claves. Tras las elecciones del pasado 26 de mayo, la responsabilidad de esta tarea va a recaer sobre el PSN. Y este tiene la oportunidad histórica de, junto con el resto de partidos y sin vetos ni exclusiones, liderar el Gobierno de Navarra durante los próximos 4 años, asentando la convivencia entre todos y todas.

Hace poco estuve comiendo con un vecino, ideológicamente en mis antípodas, al que le pude trasladar la siguiente pregunta: ¿De verdad no vamos a ser capaces de llegar a un acuerdo? Si hacemos caso a Navarra Suma, no; pero yo no me resigno a que sus profecías se autocumplan. ¿Y ustedes?