Crédulo: Que cree ligera o fácilmente. Esta es la definición que ofrece el diccionario de la RAE, que es ya de por sí un tocho como para, encima, explayarse sobre cada concepto. Lo podría hacer en la edición digital, porque si el papel lo aguanta todo menos el peso y el volumen excesivos, la nube puede estar cargada de terabytes sin que amenace tormenta. Pero la RAE no se moja en definiciones prolijas, seguramente, por no meterse en camisa de once varas, expresión que la academia describe como inmiscuirse en lo que no le incumbe o no le importa, sin acotar que esta es una característica también del crédulo, que cree ligera o fácilmente y se inmiscuye en lo que no le incumbe y no le importa, solo por regocijarse en el mal ajeno; que es lo que añadiría yo. Así, si el papel y la nube lo aguantaran todo, yo pondría en el diccionario: Créculo: Que cree ligera o fácilmente, solo por regocijarse en el mal ajeno. Y es que una característica intrínseca a lo que degluten los crédulos y a renglón seguido comentan, tuitean, whatsappean o facebookean, es todo lo que pone en solfa a otra persona. Cuanto más limpia, honrada y cualificada sea esa persona, con más gusto oirán los crédulos la maldad que sobre ella les cuenten. No perderán un segundo en poner en duda lo escuchado, sí en cambio cuando sean halagos (“no será para tanto, algo tendrá”). El crédulo es lo más parecido en definición, sea de la RAE o no, al tonto útil. Y los hay como para reventar la nube a base de teras.