SECUNDANDO al milímetro el clásico ejercicio de mirar al dedo cuando al-guien señala la luna, España intenta desacreditar el informe de la ONU que censura el encarcelamiento de los líderes independentistas catalanes y exige su libertad. En el habitual tono torpe y faltón que le es inherente, el ministro Borrell ha proyectado la sospecha sobre el informe, sus autores y sobre la propia ONU. Ojalá España tuviera tanto celo en exigir rigor, transparencia y rendición de cuentas en los asuntos que gestiona. Quizá algún juez y algún fiscal no estarían en cierto proceso político.