ANDA Pablo Casado arrastrando el efecto zombie en la campaña y ayer en el feudo de Nuñez Feijoó reconoció que “pintan bastos”. El 26-M constituye esa última oportunidad de salvar los muebles del naufragio de abril, cuando días antes se veía presidente en un escenario de cambio súbito que ahora parece caminar hacia una guillotina invisible. Y ahí Feijoó, sujetando en la indefinición de buen gallego el shock de su desdibujado líder. El de un PP donde un presidente sonríe con sus bastos y otro no se define en el descarte a pesar de sus buenas cartas. Para los dos pintan bastos.