ASOMA poco la agenda europea, eclipsada ante un debate foral y local que se presenta muy interesante y competido en Araba y Gipuzkoa. La paradoja es que, a pesar de que la disputa por los escaños de Estrasburgo pueda aparecer como muy desdibujada, el arrastre provocado por su coincidencia con las convocatorias foral y local puede elevar el nivel de participación en las europeas hasta cifras históricas.

La perspectiva social dominante es realmente crítica respecto al estado actual de salud del proyecto de la Unión Europea. El debate sobre sus valores institucionales no está ni mucho menos cerrado, a pesar de que las diferentes corrientes políticas europeas dan por hecho que los ciudadanos llamados a votar el próximo 26M se identifican con la Europa política que conforman las instituciones de la Unión. Europa es un hecho que no está en discusión. Por eso, lo que se ofrece es ‘más Europa’, ‘mejor Europa’ u ‘otra Europa’.

Sí existe un europeísmo banal, que no deja de manifestarse en el mundo cotidiano, pero no se nos oculta que la identidad política europea, el sentido de identificación con las instituciones políticas europeas, es todavía muy débil. Puede deberse a muchas razones. Una de estas puede ser que la construcción institucional europea no se ha acompasado con la creación de un sujeto colectivo europeo. Es posible que la resolución del déficit democrático, y la solución a los dilemas que enfrentan a unión con diversidad o a soberanías estatales con profundización en el principio de subsidiariedad vayan a ser consecuencia de un largo proceso de democratización institucional, que apenas comenzamos a ver.

El contexto en el que se celebran estas elecciones europeas es crítico. A la reforma institucional de la UE, se le añaden otros temas trascendentales. Entre ellos, el papel de Europa en la reorganización del liderazgo mundial y en la seguridad global, la orientación de la economía europea en un marco global de agravamiento de tensiones comerciales, la Europa social, el Brexit y la respuesta a las presiones migratorias. En la Europa del bienestar ha aparecido el miedo. Y las encuestas preelectorales auguran un Parlamento Europeo con una presencia muy importante de fuerzas que practican la política del miedo, que están condicionando ya las respuestas que habrían de darse a todas las cuestiones de la agenda europea.

Para el lehendakari Agirre, el proyecto europeo simbolizaba el triunfo de la civilización democrática, en la que habría de acentuarse más el valor del ejercicio de la libertad que la respuesta reactiva -‘anti’- al miedo. Cuando se acentúa la nota del temor y se extiende el sentimiento ‘anti’, decía Agirre, se genera un escenario de confusión en el que penetran “toda clase de elementos turbios, entre ellos los enemigos de la libertad” (México, 10 mayo 1954). La advertencia del primer lehendakari está plenamente vigente. La democracia se pone a prueba ante las emergencias. El 26M, el éxito de la Europa democrática será que no sucumbe al miedo sobre el que se presentan los populismos.