pOR más que el fallecimiento de Alfredo Pérez Rubalcaba haya pospuesto el inicio de la campaña electoral dos o tres días, lo cierto es que en estos primeros días de campaña apenas se percibe clima electoral. Y ello, seguramente, porque si bien unas generales o autonómicas se pueden resolver con un único mitin central repleto de medios de comunicación, lo mismo no es posible en unas municipales con más de 15.000 candidatos a alcalde o alcaldesa.

Particularmente llamativo es el caso de Vox. De la misma manera que durante los meses anteriores a la campaña del 28-A era prácticamente imposible no leer, ver o escuchar titulares en relación con la formación de extrema derecha, de la noche a la mañana, salvo por algún que otro exabrupto en relación con la inmigración, prácticamente ha desaparecido. Está por ver si ello responde a que tras su resultado electoral quienes lo auparon ya no le ven utilidad o a su bajísima implantación local, pero lo cierto es que en estas elecciones cuenta poco.

Justo lo contrario de lo que le ocurre al Partido Popular que, precisamente, gracias a su militancia local -miles de municipios pequeños en España son aún bipardisitas- puede que recupere parte de lo que perdió y que la misma militancia que optó por Sáenz de Santamaría en la primera vuelta de las primarias populares sea la que le salve el pellejo a un Pablo Casado que, ahora mismo, da la sensación de estar amortizado para todos sus líderes regionales.

Más arriesgada es la estrategia de Podemos que ha fiado su recuperación a que Pedro Sánchez les haga sitio en su gobierno, aunque en este caso puede que el motivo de tal apuesta no sea -al contrario de lo que ocurre en Vox o Ciudadanos- la ausencia de militancia, sino que la misma proceda en gran parte de la casi desaparecida Izquierda Unida para incomodidad de los líderes morados.

Nada que ver, una vez más, lo que ocurre en España con lo que pasa en Euskadi donde, si algo tienen los partidos que se la juegan en las urnas es, precisamente, militancia, ya sea esta jeltzale, socialista, comunista o de la izquierda abertzale.

De ahí que quepa suponer que entre pinzas y muletas vayamos transitando hasta el 26-M con un poquito más de intensidad que la mostrada, por ejemplo, en el debate europeo de ETB-1, donde por más que lo viéramos poquita gente, cabe exigir un poco más de entusiasmo a quienes están llamados a representarnos en Bruselas.