POR más que parezca el gag de una película de los hermanos Marx, lo cierto es que el principal debate de esta campaña electoral está siendo el propio debate, televisivo, se entiende.

En una decisión que podía tener lógica desde el punto de vista táctico, Pedro Sánchez aceptó participar en un único debate electoral en Atresmedia en detrimento de la televisión pública que no podía (por razones legales) incluir a Vox en su propuesta.

Así pues, a pesar de la evidente contradicción (el autoproclamado defensor de lo público prefería acudir a una cadena privada en detrimento de TVE), Sánchez se la jugaba intentando así perpetuar una campaña tan plácida como sencilla para él, puesto que el mero hecho de tener enfrente a los tres ultras españoles ya le hacía partir con ventaja, dijera luego lo que dijera.

Sin embargo, las fuerzas políticas que ni estaban ni están llamadas a participar ni en uno ni en otro debate, le han venido a amargar la fiesta a Sánchez y el candidato del PSOE se ha quedado sin poder debatir contra el trifachito español ya que la Junta Electoral ha decidido excluir a Vox también del debate de Atresmedia.

Hasta aquí todo más o menos dentro de la lógica de una normativa electoral que, salvo que a la Junta Electoral Central le interese lo contrario (en ocasiones ha ocurrido), es muy estricta con el reparto de los tiempos y las presencias en las televisiones públicas de los diferentes partidos.

Pero he aquí que Sánchez, en lugar de mantener el formato a cuatro en la privada y dejarlo estar (el coste de negar a TVE ya estaba amortizado), en un giro que ha supuesto su primer traspiés gordo en campaña, decidió darle el OK a TVE y no acudir al debate de Atresmedia volviendo a poner de manifiesto que no está cómodo en el cuerpo a cuerpo y que prefiere rodearse solo de amigos.

Pero las cosas no siempre salen como uno quiere y en un “si no quieres taza, taza y media” de libro, Sánchez ha tenido que recular como consecuencia de la presión y se va a tener que enfrentar no una sino dos veces a Casado, Iglesias y Rivera, que han visto en este lío su mejor oportunidad de remontar.

De todas maneras, que nadie crea que los debates serán tan determinantes como cabría esperar. De hecho, me temo que las crónicas están ya escritas de antemano y que el segundo solo servirá para equilibrar el primero y constatar que la nueva política, por desgracia, ha envejecido muy mal.