Síguenos en redes sociales:

El último gran txirene

Posiblemente la noche del lunes hubiera expectación allí arriba entre tantos bilbainos ilustres, procurando coger sitio para escuchar al bueno de K-Toño ataviado, cómo no, con su inseparable txapela, contar anécdotas de su querido Indautxu, del botxo y, por supuesto, del Athletic. Esas mismas que tantas veces me contó en el despacho de su casa de María Díaz de Haro, que me cautivaron desde el principio, que tanto voy a echar de menos y de las que su recuerdo guardaré como un grandísimo tesoro. Se nos ha marchado el mayor defensor del bilbainismo que haya conocido jamás. Irrepetible. Más allá de las siempre entrañables historias y detrás de los incontables cuadros que cuelgan en tantos rincones de Bilbao, K-Toño era una persona de las que no quedan. Sin ser el mejor de los estudiante se convirtió en todo un maestro. Ha sido un ejemplo andante de lo que todo bilbaino debería ser: alguien recto, sincero y trabajador. Un hombre de palabra, generoso, familiar, buen amigo de sus amigos, un poco fanfarrón como no podía ser de otra manera y, por supuesto, una persona de basílicas y catedrales. Gracias por tanto, K-Toño. Sirvan estas pocas e insuficientes palabras como un pequeño homenaje a una persona que dio mucho pidiendo poco. Guardaré siempre con orgullo tu amistad y hago mías, con tu permiso, unas palabras que me escribiste en su momento, para despedir a un “botxero de pro y forofogoitia empedernido de nuestro querido Athletic”. Acuérdate de los que nunca te olvidaremos y ahora que la tienes cerca, dile a la Amatxu que seguro que a ti te hace caso, que nos siga protegiendo como hasta ahora. Un fuerte abrazo, K-Toño.