Ya está, se acabó, los catalanes han hablado y ahora le toca hablar al que siempre calla. Tal vez para lo que toca hacer y deshacer, convendría tener de presidente del Gobierno de la nación española un gestor, no un político. Se supone que la política es el arte de gobernar o aspirar a gobernar los asuntos que afectan a la sociedad o a un país. Visto así, los catalanes han presentado un problema, el derecho a decidir, y la forma de solucionarla por parte del gobierno de la nación ha sido enviar a la Policía Nacional y a la Guardia Civil, después de haber puesto a trabajar a jueces y fiscales. Hemos llegado a octubre, los catalanes han hablado. Arriba o abajo han sido muchos los que han depositado su voto, que el gobierno de la nación ha negado y rechazado. Vistas así las cosas, el president de la Generalitat ha presentado ante el parlamento catalán la situación actual, ha habido votos y ellos le recomiendan declarar “la independencia” y ahora sale el todopoderoso presidente del gobierno español para decirle que no entiende el discurso que ha pronunciado ante los parlamentarios. Hasta aquí todo bien, pero ahora colea el artículo de la Constitución, el 155, que puede abolir la autonomía en Catalunya. Ver para creer. Una Constitución Española, que tiene muchos artículos de la misma sin cumplir y sin visos de que alguna vez sean capaces de cumplimentar. Solo tienen en sus manos el 155, del que parece que todos entienden sobremanera. Tengan suficiente altura de miras, sean capaces de negociar una salida airosa y beneficiosa para todos y cuando tengan a bien reformar la Constitución llevarán un camino adelantado.