LOS datos de inversión en I+D+i -Investigación, Desarrollo e Innovación- en Euskadi publicitados ayer por el Eustat trascienden la mera cifra y el momento al que corresponden, aunque ambos son significativos y merecen ser atendidos. En cuanto a la cifra, el hecho de que un 2,12% del PIB de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa fuera dedicado a este fin da la medida de un modelo de crecimiento. Un modelo que se acerca al que aspiramos y envidiamos como sociedad cuando lo vemos reflejado en países que consideramos a la cabeza del desarrollo social, económico y humano. Ese espejo sigue siendo útil y debe brillar por encima de la legítima satisfacción que puede producirnos el hecho de que la inversión realizada en 2012 en Euskadi supere la media de los 28 países de la Unión Europea. El siguiente escalón de la ascensión está en los países cuyo desarrollo social y económico debe estar en nuestro horizonte: Alemania, Austria y los siempre ponderados ejemplos de Escandinavia. Estos mantienen un nivel de inversión en I+D+i todavía superior al nuestro y obtienen un rendimiento en términos de calidad de vida y de fortaleza económica que son un ejemplo. El otro factor a ponderar es el momento que retrata la estadística. El año 2012 fue el cuarto año completo de crisis económica, y en él ya se hizo evidente el coste social de la misma en términos de pérdida de empleo y de estructuras productivas. El modelo vasco de crecimiento ha venido basándose en sectores menos estacionales en su actividad que en otros lugares del Estado y la estructura empresarial que aporta riqueza al país tiene un componente industrial muy importante. Este sector es especialmente sensible y se muestra claramente comprometido con la I+D+i para hacerle competente en los mercados internacionales. Frente a ese modelo de afrontar la crisis, hemos asistido a apuestas que potencian el abaratamiento de costes y el empleo de escasa formación y menos derechos. Ni ese modelo ni el basado únicamente en el subsidio para paliar sus efectos nos van a sacar de la crisis. Tiene un valor especial el consenso que en torno a la apuesta por la vanguardia y la innovación han compartido los sucesivos gobiernos vascos. Un compromiso que lo es de país y que se ha mantenido por encima de siglas en las últimas décadas. Ese consenso sí es un activo de país del que aprender.