EL esfuerzo de nuestro equipo naranja en el pasado Tour no ha conseguido evitar lo que desde hace un tiempo se barruntaba como una amenaza de extinción: Euskaltel-Euskadi dejará de existir, tras la negativa de la compañía telefónica vasca a asumir íntegramente el mantenimiento de la formación. El proyecto, que durante casi veinte años ha ilusionado a miles de aficionados vascos y ha promocionado las marcas Euskaltel y Euskadi, ha sucumbido ante las restricciones impuestas por la crisis económica, las dificultades de las administraciones vascas y la negativa de las entidades propietarias de la compañía telefónica. El hecho de que todas las partes involucradas hayan actuado de forma consecuente con sus prioridades no aliviará, en cualquier caso, el disgusto de quienes han disfrutado con el equipo que ha llevado hasta la élite a la cantera vasconarra. Se puede intentar explicar que Euskaltel, cuya actividad de negocio se restringe a la CAV, no quiera asumir en solitario el mantenimiento de un equipo con vocación más ambiciosa. Más aún tras los cambios accionariales producidos en la compañía y en un tiempo en el que el liberalismo extremo que nos constriñe no entiende de proyectos de país. Puede ser defendible que las administraciones se nieguen a financiar proyectos deportivos en los que los profesionales contratados cobren fichas injustificables en el sector público. Parece también incuestionable que un proyecto nacido de la iniciativa social no alcanza a mantener un equipo de élite con las únicas aportaciones de sus socios. Es de suponer además que el momento crítico que atraviesa el ciclismo, como consecuencia del fantasma del dopaje y de sus revelaciones, no es el mejor para atraer al ciclismo a nuevos patrocinadores, aun cuando el equipo naranja esté libre de toda sospecha. En cualquier caso, con la desaparición del equipo vasco, todos perderemos algo y nadie ganará nada. La defunción del sueño naranja deja abierta una incógnita sobre la pervivencia de algunas modalidades deportivas, más aún en ámbitos tan reducidos como el vasco, en un contexto en el que los recursos públicos no van a poder financiar el deporte profesional y las empresas de capital privado se van a resistir a asumir costosos compromisos en los que a la postre es muy complicado echar marcha atrás.