Este septiembre de 2011 cabalga ya, a velocidad de vértigo, hacia unas elecciones estatales que podrían ser históricas en Euskal Herria. Vamos a ver a cuántos seduce el romanticismo soberanista de la izquierda abertzale y sus coaligados. A los setentones como yo, con una cabeza más bien pragmática, pero con un corazón aún sensible a la ilusionante idea de una aberri soberana, se nos ha complicado un poco la vida con las contradicciones políticas del momento. La deriva del PNV bizkaitarra da a entender que el alderdi nunca había vivido en su seno una situación como esta y no está siendo el potente faro capaz de acercarnos a un buen puerto.
Personalmente, echo de menos la falta de pronunciamiento al respecto del profesor Ibarretxe. Como vencedor claro de las últimas elecciones autonómicas, él sigue siendo para muchos de nosotros, desde su exilio más o menos dorado, el auténtico lehendakari de derecho.
También lamento profundamente la escasa imaginación española que, anquilosada por el pánico, mantiene en prisión a Otegi. A ver si van acabar haciendo de él el líder mítico que esta pidiendo a gritos el abertzalismo...
Quién me hubiera dicho que, a mis años, con la piel y casi el alma oxidada a fuerza de desengaños, iba a sentir el magnetismo Bildu. Desde una visión economicista sus propuestas pueden verse quizá como una utopía.
Sin embargo, pensando en Euskal Herria nación, son claras, contundentes y capaces de levantarnos el ánimo, ante tanto atropello propiciado por la prepotencia estatal. Esta gente no descansa y ya nos la han vuelto a armar al imponernos, con la apisonadora dictatorial del Parlamento de Madrid, la reforma constitucional que inunda los medios estos días.