LA derrota del hasta ahora primer ministro portugués, el socialista José Sócrates, en las elecciones legislativas de aquel país el pasado domingo, con el ascenso al poder del conservador Pedro Passos Coelho, confirma el cambio de ciclo político europeo por el efecto de la situación económica global pero también por la incapacidad de confrontar con el modelo neoliberal y proponer alternativas a la crisis por parte de la izquierda intelectual y civilizada del viejo continente que se aglutinaba bajo el paraguas de la denominada socialdemocracia. La derrota de Sócrates deja solo cinco gobiernos soportados por un partido nominalmente de izquierdas en toda Europa, pero ninguno de ellos puede ser considerado referente a la hora de presentar alternativas a esa corriente derechizante. Los casos de Boraut Pahor (Eslovenia) y Dimitris Christofias (Chipre), ambos a mitad de legislatura, se sostienen únicamente en virtud de las peculiaridades de sus respectivos países, hasta el punto de que el partido de Christofias, el Akel o Partido Progresista del Pueblo Obrero chipriota, es la única formación comunista europea en funciones de Gobierno. Los ejecutivos, también pretendidamente socialdemócratas, de Werner Faymann (Austria) y Georgios Papandreou (Grecia), por su parte, se encuentran mediatizados el primero por su acuerdo de gobierno con el Partido Popular austriaco, de marcado corte liberal; y el segundo, por el forzoso doble rescate de su economía que le impide políticas diferentes a las evidentemente conservadoras emanadas de la Comisión Europea y que muy probablemente le llevará también a la derrota electoral a la vuelta del verano. El quinto ejecutivo europeo que se atribuye el título de socialdemócrata es el que preside José Luis Rodríguez Zapatero, pero este conjuga las limitaciones de los dos anteriores: por un lado, la crisis y la presión de la Unión Europea le han llevado a aplicar políticas de marcada tendencia liberal y, por otro, está abocado a una derrota electoral en el plazo de diez meses, además de acuciado por la tremenda pérdida de poder municipal y autonómico en los recientes comicios del 22-M. Es cierto que la crisis económica ha supuesto asimismo un handicap irreversible para gobiernos de otras ideologías -ahí están las encuestas que apuntan a la derrota de Sarkozy en Francia- y hasta sin ideología nítida -lo demuestra la cada vez más precaria situación de Berlusconi en Italia- y tampoco se puede negar la repercusión política de la transformación de la clase trabajadora europea en clase media, pero ha sido la simbiosis con las élites la que ha hecho que la socialdemocracia europea pierda el aura de defensora de derechos y del bienestar que le permitió acceder al poder en la segunda mitad del siglo XX. Y dicha renuncia a sus orígenes ha abierto paso a corrientes alternativas o ecológicas que empiezan a ocupar su espacio en la calle, la sociedad y la política.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
