ISABEL Celaá, consejera de Educación del Gobierno que preside Patxi López, ha ido mucho más allá del error, ya imperdonable en un cargo público de su experiencia política y su nivel de responsabilidad, al arremeter contra el mensajero, en este caso un medio de comunicación, DEIA; por haber cumplido este con su obligación de poner en conocimiento de sus lectores, del resto de medios y de la sociedad vasca en general la dimisión de Mikel Urquijo, hasta la semana pasada director de la Agencia de Evaluación de la Calidad y Acreditación del Sistema Universitario Vasco, Unibasq. Pese al comprensible nerviosismo de la consejera tras la cuarta dimisión o cese polémico en los niveles altos de la estructura de su departamento en dos años -antes fueron el viceconsejero de FP, David Urzainqui; el presidente del Consejo Social de la UPV, Emilio Guevara; y el delegado de Educación en Gipuzkoa, Torres Casanueva-, por el nivel de conflictividad en el ámbito educativo y por la precariedad en que ha quedado el Ejecutivo López tras la última cita electoral, lo que le aboca a una reestructuración en el corto-medio plazo, Celaá no puede tratar de eludir la explicación a una dimisión de esa relevancia mediante la descalificación pública de una noticia tan contrastada como real afirmando que "contiene, como suele, algún que otro libelo, alguna que otra mentira". Esas palabras solo pueden entenderse como un intolerable desprecio por la labor de los informadores o como un inexplicable atrevimiento al valorar la información sin haberla leído, impresión que se refuerza cuando la consejera se refiere a continuación a la dimisión de Urquijo como la de "no sé quién al que no tengo el gusto de conocer ni nunca he visto", a pesar de que la noticia se publicó acompañada de una fotografía en la que la propia consejera se sentaba al lado del hasta hace unos días director de Unibasq. Pero siendo grave que una consejera no conozca lo que uno de los medios de referencia de su ámbito de gobierno publica sobre el departamento que ella dirige, especialmente cuando se trata de la dimisión de un alto cargo, y siéndolo aún más que a pesar de ese desconocimiento se atreva a descalificar lo publicado y a la publicación, la otra posibilidad que se desprende de las palabras de Celaá únicamente podría tener como consecuencia la asunción de la responsabilidad que es inherente a su papel institucional. Por un lado, porque Celaá estaría admitiendo el hecho de que habría nombrado para la dirección de Unibasq a alguien al que no conocía, lo que la descalificaría para seguir en el cargo. Y en su defecto, tal y como es evidente por la fotografía, que mentía a sabiendas del contenido y la veracidad de la noticia, lo que igualmente exigiría de la consejera que tuviera la misma dignidad de Urquijo para presentar su dimisión.
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