Estas no se ven, pero se sienten, más allá del cielo azul que todos los días inunda esta tierra por la que han pasado no se sabe cuántas culturas diferentes…

Fenicios, cartagineses, cruzados, otomanos y árabes de Damasco… Todos han estado por aquí y la impronta de cada uno también. Los nombres de la ciudades, como Mdina, los nombres de sus calles o sus accidentes geográficos, como Ta‘Cenc, nos hablan de la huella árabe. Y su cocina a base de hierbas aromáticas, producto fresco, hierbas, verduras y limones nos recuerdan que estamos en el Mediterráneo.

Las coloridas escaleras del puerto de Gozo.

A Gozo se llega en barco en media hora –desde Malta la comunicación es continua– y sin este cordón umbilical Gozo no sería nada. Justo a la entrada del puerto, en un rincón, se puede ver una escalera coloreada. Está en una zona muy frecuentada por los isleños, es el camino más corto para llegar andando al puerto. Y nos cuentan que esta escalera forma parte de un proyecto comunal para dignificar esas escaleras y esos lugares de mucho tránsito que suelen ser muchas veces lugares poco cuidados y apetecibles de cruzar.

Mary Portelli nos habla con ímpetu de este mosaico conocido como Merba bil-fjuri. En otros lugares de Gozo también hay intervenciones del mismo proyecto. Es otra manera de recorrer la isla buscando esos detalles que dan otra alegría a lugares un tanto anónimos pero no por ello menos necesarios.

En Gozo también hay otros espacios, otros lugares que hay que recorrer sí o sí, ahí está su ciudad Victoria o Rabat con su ciudadela en pie y sus murallas defensivas reconstruidas que permiten conocer un poco desde lo alto la estructura de esta ciudad amurallada. Quedan muchísimos restos por excavar, porque la ciudad sufrió invasiones, incendios, toda una historia convulsa de guerras y asedios. Hoy, con más tranquilidad, visitamos una ciudad apenas habitada y llena de misterios... ¿disfrutarían sus habitantes de los estupendos vinos que se elaboraban en la cercana ciudad de Gharb?

Un detalle de una ventana decorada a modo de altar.

No lo sabemos, pero lo cierto es que hoy en la misma ciudad de Gharb, desde la que se ve la ciudadela, se elabora un gran vino en la bodega Tal-massar. La producción es pequeña, prácticamente toda ella se consume en Gozo, algo llega a Malta y muy poco a otros rincones de Europa. Anthony y Marisa Hili cuidan de sus viñedos con paciencia maltesa. Son la tercera generación trabajando esta tierra y conservando la naturaleza de sus viñedos. Sus antepasados sufrieron la filoxera y tuvieron que traer viñas desde la lejana Cataluña, uvas de vino blanco que se adaptaron estupendamente al clima de esta zona de Gozo bañada permanente por el viento húmedo y algo mas fresco del Mediterráneo. Así, su vino blanco conocido como Tanit, es un vivo reflejo de esta tierra azul y ocre, llena de mil aromas al caer la tarde. Una gozada de vino que nos trae recuerdos de atardeceres plenos de vida.

Templos y playas

No sabemos si con una copa de vino, pero desde luego que sí celebraban al sol en uno de los muchos templos de origen megalítico que salpican estas islas. Nos encontramos en Ggantija, un enclave en el que vivían, comerciaban y oraban a sus dioses. Este enclave es anterior al famoso Stonehenge. 

Tonos verdes y azules, en el mar que rodea Malta.

Allí se descubrieron esculturas con antiguas representaciones de lo que podría ser una diosa madre. Son figuras potentes, con una impresionante expresividad. Ggantija no fue nunca saqueada ni destruida, el tiempo ha sido su mayor enemigo y el abandono su mayor protector. Hoy podemos caminar por sus pasillos y recovecos, y ver los espacios con antiguos altares y lugares de oración. Desde siempre magia. 

Y en Gozo, aún mas magia unida a su orografía, a veces abrupta, a veces caprichosa. 

Es una isla entre islas y bañarse en alguna de sus numerosas playitas es sencillo. Las hay en pleno casco urbano, como Xlendi, y las hay un poquito más alejadas y salvajes, como la de Ramla l-Ħamra. Nosotros optamos por practicar un poco de snorkel en Hondoq ir-Rummien, una minúscula bahía frente a las islas de Comino y Cominotto: aguas claras, peces y medusas navegando por el azul del mediterráneo. Intentamos llegar hasta una famosa cueva, pero estaba planeado para comer un estupendo conejo y el body no estaba para muchos esfuerzos…

Gastronomía

El conejo, en sus diferentes versiones, es el plato maltés por excelencia y cada restaurante le da su toque, algunos lo fríen un poco, otros lo dejan macerando en vino siciliano durante un día... Todos ellos están muy sabrosos, ¿cuál elegir? Pues todos, se puede hacer un tour por Malta conociendo y saboreando las diferentes versiones del conejo maltés. 

Un ingrediente importante de este plato es la sal y ésta procede de las salinas que hay en la propia isla de Gozo. Quedamos a ver el atardecer en las salinas de Marsalforn, llegamos con tiempo y nos perdemos paseando por la orilla del acantilado, paseando entre pequeñas salinas labradas en la piedra y canalillos que llevan el agua de mar a cada mini piscina. 

Las salinas labradas en la piedra, en Gozo.

Conforme nos alejamos de la carretera y de la ciudad, el pasaje se vuelve impresionante, casi lunar. La erosión y el trabajo humano han creado un paisaje único. Aún hace calor y se agradece la sombra de los pequeños recovecos formados por el viento y el agua marinos.

Seguimos caminando por este paisaje hipnótico y llegamos hasta un impresionante cañón horadado en la montaña, se llama Wied il-Għasri. Las olas golpean inclementes las rocas. De aquí a unos cuantos millones años este estrecho cañón será quizás una playa o una maravillosa bahía... Tenemos suficiente agua y decidimos seguir caminando. No hay cobertura así que hemos hecho bien en traer un mapa en papel, como los de antes. 

Va refrescando para cuando llegamos hasta el acantilado donde se presenta la conocida como ventana Wied il-Mielah, una formación natural que es realmente impresionante, de lo más espectacular en Gozo. 

Ya nos hemos olvidado del atardecer, el rugir del mar por debajo de esta gigantesca mole de piedra vaciada milimétricamente en su centro, a modo de ventana. Es sólo posible con la magia de Gozo.

Y tras este paseo natural, descubrimos el Gozo de las iglesia y ermitas, y de los campos de fresas; no en balde, Gozo ha sido la huerta de Malta. Aún mantiene ese aire de pueblo a pesar de la presión turística. Como nos queda un suspiro en la isla, nos despedimos visitando los acantilados de Ta’ Cenc, otro lugar donde perderse caminando.

En una de sus esquinas y perfectamente señalizado hay un bar y un restaurante para los que echan en falta el mundanal ruido. Con una cerveza Cisk la despedida es menos triste... Bye Gozo.

En Malta

De regreso a la isla grande de Malta nos encontramos con unos templos que son primos hermanos de los de Gozo. Se trata de los templos de Hagar Qim y Mnajdra, construidos en lo alto de una colina entre los años 3.200 y 3.600 años antes de nuestra era. Impresiona el tamaño de sus piedras, cómo están encajadas unas con otras, su forma ovalada y sobre todo, su situación frente al mar, con una orientación perfecta para cuando el sol al atardecer penetra por una ventana iluminando el interior de las salas. Ladera abajo se encuentra el segundo templo.  

La Valeta y sus fortificaciones.

Hay más tráfico, más gente, nos acercamos a la capital, Valleta o La Valeta, cuna de cruzados y donde se asentó la orden de San Juan de Jerusalén. Todo el Mediterráneo ha dejado su huella en la actual capital de Malta. Sus fortificaciones y muros ciclópeos que protegen la bahía desde mil frentes quitan el hipo, son algo único. Y ya solo por sus murallas, sino por su diálogo con el puerto natural y sus diferentes ciudades como son Senglea, Birgu o Vittoriosa y Cospicua, que le dan sustento y cobijo. Merece la pena.

Luego está la ciudad en su interior, toda construida con la piedra caliza color arena en 5 o 6 plantas como máximo. La historia de esta piedra llevó a que el año 2019, el Comité Ejecutivo de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas –¡uno no sabía que existieran organizaciones de ese tipo!–, aprobó la designación de Piedra Caliza Globigerina de Malta como un recurso de piedra del patrimonio mundial (GHSR) –qué cosas mas curiosas, un tipo de piedra patrimonio a preservar, no nos vendría mal cambiar un poco nuestra mirada hacia lo que tenemos delante de nuestros ojos todos los días–. 

Identidad

No solo La Valeta, toda Malta no se entendería sin esta piedra, su talla, su color, la manera de colocarla... Da a todo el país una coherencia y estilo que se echa en falta en nuestra tierra. Es un placer visitar hasta el más pequeño pueblo para seguir apreciando su gusto por trabajar la piedra. 

También tenemos ejemplos de arquitectura más de vanguardia que respeta esta parte material e inmaterial de la construcción urbana maltesa. El primer ejemplo sería la iglesia de Manikata, cuya forma ovalada nos recuerda a las de Girona, antiguas construcciones levantadas en los campos para guardar aperos. Construida en un pequeño alto, nos recuerda también donde se levantan los famosos templos megalíticos de Malta, que llaman la atención por el color arena de sus muros. Todo en ella es la unión entre lo más antiguo y lo más moderno de Malta. Edwin England Sant Fournier es el nombre del arquitecto que la diseñó. 

Y algo parecido nos pasa con el segundo ejemplo, el trabajo del italiano Renzo Piano al levantar el parlamento de Malta, justo al lado de una de las puertas de entrada a la ciudad amurallada desde la calle de la República o Kings Way. Piano esculpe la fachada, la tiñe de color miel, respetando la historia y añadiéndole visión al futuro. Piano logra lo imposible –bueno, esta es la opinión de este juntaletras–. Hay malteses que aún no ven el sentido a ese nuevo parlamento.

La trama urbana del centro fue revolucionaria en su momento, ejemplo a seguir en la Europa continental. En aquellos tiempos las casas más caras eran las que quedaban más alejadas del mar, de la muralla. Hoy es al contrario, las más caras son las que tienen vistas al mar, ya no hay el peligro de invasiones ni cañonazos.

El arte de Caravaggio

Dentro de esta cuadricula urbana destacan las plazas y sus iglesias. Entre ellas está la Concatedral de San Juan, el santuario a mayor gloria de la Orden, Orden que tenía mucho poder y autonomía ante el Papa.

De este poder terrenal se explica que el pendenciero y genio Caravaggio recalara en Malta para no tener que ser encarcelado por haber asesinado a una persona. La orden le dio cobijo y seguridad, y Caravaggio pintó dos cuadros impresionantes que están hoy instalados en una pequeña capilla dentro de la Concatedral.

Un turista fotografiando los cuadros de Caravaggio.

Su cuadro La decapitación de san Juan Bautista es una obra única, genial. Las luces, los personajes y la situación completamente innovadora que pintó Caravaggio de un pasaje bíblico muy conocido merecen tiempo y reposo. Antes de entrar en la capilla guarden el móvil, acérquense suavemente al centro de la sala, enfrente está el cuadro más impresionante quizás de todo el s.XVII. Admírenlo, no se fijen en las decenas de personas que disparan sus artilugios electrónicos al cuadro, alguno hasta con el flash. A su derecha otra obra del italiano, San Jerónimo escribiendo, una maravilla. Respire y poco a poco abandone el lugar, ahora el ruido y la multitud le reconciliaran con La Valeta actual.  

La panadería Paul Ta’Kalc.

Pero aún esconde la ciudad lugares donde se palpa y se huele la tradición. Es el caso de la panadería Paul Ta’Kalc, situada en la vecina Qormi, donde la tercera generación de la familia Vella sigue horneando el pan como empezó a hacerlo el abuelo. Todos los días se elabora el pan, y la masa madre es un ingrediente clave, que junto a la fermentación pausada, el horno y la calidad de la harina hace que la panadería Ta’ Kalc sea un templo del pan en toda la ciudad. Frente a esta panadería hay un pequeño parque donde, con un café caliente, saborear el pan recién horneado se convierte en el mejor desayuno del viaje.

Bien desayunados decidimos acercarnos, cruzando el puerto en barca, hasta la ciudad de Birgu. Su fuerte de San Angelo deslumbra con su fuerza alrededor del puerto. Aquí todo es diferente a La Valeta, hay más aire de pueblo encantado, sus calles están decoradas con gusto, son casi de película. 

Una de las calles de la pequeña ciudad de Birgu.

Birgu fue la primera capital y eso se siente paseando por su trama urbana y también visitando sus fortificaciones. Sus murallas interiores son el conjunto amurallado mejor conservado de toda Europa, entre sus calles se ven carteles con los nombres de los antiguos edificios que hospedaban por su origen a los caballeros que tenían que reconquistar Jerusalén, pero que sobre todo, controlaban el comercio marítimo del Mediterráneo.

Y el viaje acaba en Marsaxlokk, una villa marinera que se hizo famosa por su mercado dominical. El mercado es más bien un invento para los turistas, el pueblo sin embargo, mantiene su encanto y su vida centrada en el mar. Junto al puerto, cerquita del monumento dedicado a las gentes del mar, se encuentra el quizás mejor restaurante de todo Malta, el Tartarun. Aquí oficia la segunda generación de la familia Schianone. El chef se llama James y su mano sobre los fresquísimos pescados es magistral. 

No hay mejor final que una larga y pausada comida en el Tartarun.