Conducir bajo los efectos del alcohol es una de las principales causas de accidentes de tráfico en Euskadi y en el mundo. Aunque muchos conductores creen que con esperar "unas horas" después de beber ya es seguro ponerse al volante, lo cierto es que la cantidad de alcohol que permanece en el organismo varía según varios factores personales y no siempre es fácil de calcular.

Entonces, ¿cuánto tiempo hay que esperar realmente para conducir tras haber consumido alcohol? La respuesta no es tan simple como parece.

El cuerpo y el alcohol: una cuestión de metabolismo

El alcohol se metaboliza principalmente en el hígado, y este proceso ocurre a un ritmo constante, sin que existan trucos eficaces para acelerarlo. Por término medio, el cuerpo humano elimina entre 0,10 y 0,15 gramos de alcohol por litro de sangre cada hora, aunque esta cifra puede variar según la edad, el sexo, el peso, el estado de salud, la cantidad de comida ingerida y el tipo de bebida consumida.

Por ejemplo, una copa de vino o una caña de cerveza pueden requerir entre 1,5 y 3 horas para ser eliminadas por completo del organismo. Si una persona consume tres copas durante una comida, es posible que necesite entre 5 y 7 horas para que su cuerpo procese todo el alcohol. Sin embargo, estas cifras son orientativas y pueden variar significativamente según el metabolismo individual. Por ello, la recomendación más segura y responsable es clara: si se ha consumido alcohol, no se debe conducir bajo ningún concepto.

Los expertos recomiendan no conducir en absoluto si se ha bebido. Freepik

Factores que influyen en la eliminación del alcohol

No todas las personas procesan el alcohol de la misma forma. Algunos de los factores clave que influyen en la tasa de eliminación del alcohol son:

  • Sexo: En general, las mujeres eliminan el alcohol más lentamente que los hombres, debido a una menor proporción de agua corporal y a diferencias hormonales.
  • Peso y complexión: Las personas con mayor masa corporal tienden a diluir más el alcohol, lo que afecta su concentración en sangre.
  • Velocidad de consumo: Beber rápido aumenta el nivel de alcohol en sangre más rápidamente que si se bebe despacio.
  • Comida ingerida: Comer antes o durante la ingesta de alcohol puede reducir la velocidad de absorción del alcohol, aunque no acelera su eliminación.
  • Tipo de bebida: El grado alcohólico de la bebida también importa. Un chupito de licor puede tener más efecto que una cerveza, aunque el volumen sea menor.

Primer plano de una mujer bebiendo una copa de vino tinto. Freepik

Límite legal y margen de seguridad

En el Estado, el límite legal de alcohol para conducir es de 0,5 gramos por litro de sangre (o 0,25 mg por litro en aire espirado), y se reduce a 0,3 gramos/litro (0,15 mg/l aire) para conductores noveles o profesionales.

Dado que incluso una sola copa puede acercarte peligrosamente a esos niveles, los expertos recomiendan no conducir en absoluto si se ha bebido. Aunque hayan pasado varias horas desde el consumo, puede persistir una tasa residual de alcohol en sangre, sobre todo si se ha consumido en grandes cantidades o durante un período prolongado.

Además, las sanciones por conducir bajo los efectos del alcohol son severas: desde multas económicas hasta retirada de puntos, suspensión del carné o incluso penas de prisión en los casos más graves.

En el Estado, el límite legal de alcohol para conducir es de 0,5 gramos por litro de sangre (o 0,25 mg por litro en aire espirado), y se reduce a 0,3 gramos/litro (0,15 mg/l aire) para conductores noveles o profesionales. Pixabay

Los peligros reales del alcohol al volante

Más allá de las sanciones legales, conducir tras haber bebido pone en peligro tu vida y la de los demás. El alcohol altera funciones básicas necesarias para una conducción segura: reduce la capacidad de reacción, afecta a la visión, disminuye la concentración y deteriora la coordinación motora.

Incluso con una tasa de alcohol baja, los efectos pueden ser notables. Estudios muestran que con una tasa de 0,3 g/l (por debajo del límite legal para conductores estándar), ya se producen alteraciones en la percepción del riesgo y en la toma de decisiones. Con tasas más altas, los reflejos se ralentizan drásticamente y el campo visual se estrecha, aumentando la probabilidad de errores graves al volante.

El riesgo de accidente se multiplica por dos con solo 0,5 g/l en sangre. Si la tasa alcanza 0,8 g/l, la probabilidad de sufrir un accidente puede ser hasta cinco veces mayor que la de un conductor sobrio. En el caso de los más jóvenes o los conductores noveles, el peligro es todavía mayor, ya que su experiencia al volante es más limitada y sus habilidades aún están en desarrollo.

Además, muchos accidentes relacionados con el alcohol no solo causan daños físicos o materiales, sino que también tienen consecuencias emocionales y psicológicas de por vida: culpabilidad, trauma o la pérdida de seres queridos.

Por eso, el mensaje no puede ser más claro: si vas a beber, aunque sea poco, no conduzcas. Siempre existe una alternativa más segura: el transporte público, compartir coche con una persona sobria o simplemente esperar al día siguiente.