Solución parcial, económica y sencilla, para salir del paso. Esta modalidad de electrificación es la más reciente, simple y asequible de todas; también la más difundida. Se ha convertido en una socorrida fórmula para salir del paso y prolongar la vida útil de los motores térmicos. En síntesis, esta tecnología combina el bloque térmico convencional, casi siempre de gasolina (pocos fabricantes la aplican también en motores diésel) con un pequeño impulsor auxiliar eléctrico, alimentado por una batería de 48 voltios con capacidad limitada. El eléctrico hace las veces de motor de arranque y recupera parte de la energía liberada en deceleraciones y frenadas; además, puede intervenir en apoyo del propulsor principal en situaciones de alta demanda de potencia (un adelantamiento, un stop, la incorporación a una vía rápida, etc.). Esta hibridación parcial o suave, denominada a veces ‘mild hybrid’, propicia una leve contención del consumo y, en consecuencia, de las emisiones de dióxido de carbono.

PROS Y CONTRAS

Hay motorizaciones hibridadas de este tipo que, en esas condiciones de homologación tan difíciles de emular en la conducción real, llegan a circular la mitad del tiempo con el motor de explosión desconectado. A la hora de la verdad, en el día a día la diferencia de gasto entre una versión híbrida a 48V y la equivalente clásica a gasolina ronda el medio litro cada cien kilómetros. De modo que el aliciente de la primera está más en su etiqueta medioambiental ‘Eco’ que en la rentabilidad, puesto que los mil y pico euros más que puede costar no se amortizan hasta recorrer muchos kilómetros.