De modelo estrella a secundario de lujo
El Fiesta, como los demás turismos compactos, cede el protagonismo a los crossover como el Puma
Desde su estreno en 1976, generación tras generación, el Fiesta se fue erigiendo en un pilar fundamental de Ford, un sólido baluarte que aseguraba la posición comercial de la marca al atraer a una nutrida clientela. Sin embargo, en los últimos tiempos esa fortaleza se ha visto erosionada por un cúmulo de circunstancias. La más grave fue la caída de la demanda por causa de una pandemia que llegó a paralizar el mercado durante meses. También dejó en barbecho los viajes y el turismo, anulando los pedidos de las empresas de rentacar, clientas asiduas de modelos como el Fiesta. Lo malo es que ahora que resurge el interés por comprar, los fabricantes no son capaces de atender con inmediatez esos pedidos debido a la secuela del desabastecimiento de microprocesadores que frena sus cadenas productivas.
Y como lo que va mal siempre es susceptible de empeorar, el Fiesta es uno de los grandes damnificados por el cambio en el método de medición de emisiones contaminantes. El protocolo WLTP detecta con mayor fidelidad el flujo de dióxido de carbono de los tubos de escape, que es el indicador en virtud del cual se establece la carga impositiva de los automóviles, más en concreto el Impuesto de Matriculación. En consecuencia, muchos modelos ‘pequeños’ hasta ahora exentos del mismo, ven cómo esta tasa afecta a algunas de sus versiones, restando competitividad a su precio.
Otro factor importante que lastra a los coches de talla escueta es la evolución de los hábitos de consumo. Por ese motivo, el público muestra hoy mayor interés por formatos tipo SUV, como el del Puma, que por turismos de silueta convencional como el Fiesta. Dicha predilección queda patente en las matriculaciones. Al final del ejercicio pasado Ford contabilizó 29.336 operaciones, un 15,6% menos que en 2019. El Fiesta procuró el 10% de esas ventas, muy lejos del Puma, que sedujo a uno de cada tres clientes de la marca.
Así pues, al longevo proyecto de Ford, como al resto de los modelos compactos de cuatro metros que integran el llamado segmento B, no le queda otro remedio que revisar sus expectativas a la baja, y asumir que su rol protagonista es cosa del pasado. En adelante, el Fiesta está llamado a desempeñar dentro de la gama un papel más bien secundario, aunque todavía relevante. Siempre habrá personas y empresas que consideren al Fiesta su coche ideal.