“Marc is on fire”. Esa fue la letra de la banda sonora de la victoria de Marc Márquez, que, efectivamente, está que arde. Es un coloso llameante. Hace justo un año, en ese mismo escenario que fue el Gran Premio de Aragón, el octocampeón inició un regreso al pasado. Un viaje en el tiempo hacia aquella versión que dominó con mano de hierro en el Campeonato del Mundo de MotoGP. En Motorland concluyó su travesía por el desierto. Un recorrido de penurias que se prolongó 1.043 días, hasta que volvió a alcanzar una victoria. Lo hizo en un circuito que se encuentra a 139 kilómetros de su Cervera natal, delante de sus colegas de infancia, ante quienes anhelaba ofrecer una nueva exhibición.
En este último año, la vida de Marc ha dado un giro radical. Vuelve a ser aquella bestia del motociclismo que a golpe de acelerador escribe récords. Es de nuevo el enemigo público de la parrilla. El piloto ingobernable. La diabólica sonrisa. En el aniversario del retorno a la gloria mostró su versión más temible. En esta ocasión se convirtió en el primer piloto que domina todas las sesiones de un fin de semana de MotoGP desde 2015. Aquella vez el protagonista llevaba el mismo nombre: Marc Márquez.
Un Marc que demostró ser el mismo que siempre pudo ser acusado de imprudente. Por él los años no pasan. No hay erosión en su mentalidad. A dos vueltas para ver la bandera ajedrezada, ocupando la primera posición y con dos segundos y medio de ventaja en cabeza, le pareció una buena idea batir por enésima vez el mismo día el récord del circuito, un registro que logró rebajar en casi un segundo la anterior marca, obra de Luca Marini en 2022. Y es que Marc no entiende de represión. No mira el crono. Su pilotaje se basa en sensaciones. Puro instinto natural.
Nadie amenazó su victoria. Si acaso, solo los fantasmas del pasado. Las caídas de Austin o Jerez, que le recordaron su condición de ser humano. Porque en apenas ocho vueltas, tras firmar récords de pista, abrió un segundo de ventaja que llegó a ampliarse a la máxima de 2.8 en el penúltimo giro. “Ha sido un fin de semana increíble, liderando todas las sesiones y con plena concentración. He mantenido esa regularidad controlando esa distancia en carrera”, explicó templado, ya desfogado tras una agitada celebración.
Marc aplicó la tortura de la gota china. Esta vez no apeló a la explosividad, sino a un ritmo sostenido, infernal. Un calvario. Los rivales se fueron deshojando en su imperial camino hacia el triunfo. El límite de la asunción de riesgos lo fijó en los dos segundos, su barrera de seguridad. Así rodó casi dos tercios de la prueba, hasta que decidió dar ese arreón de récord para distinguirse aún más del resto de pilotos, y de paso llevar la carrera a una velocidad de 36 segundos más rápida que la del año anterior. Brutal.
Bagnaia, tercero, celebra como una victoria
Detrás, Álex Márquez, segundo, trató de permanecer abrigado al rebufo de su hermano todo lo posible. Desistió junto Francesco Bagnaia, tercero. El italiano, tras admitir que el esprint del sábado desembocó en el día más duro de su carrera deportiva –salió cuarto y acabó duodécimo–, parecía resucitar tras las caídas de Le Mans y Silverstone. Pero no pudo batir a Álex. Pese a ello, la celebración fue de victoria. “Hoy no es un tercer puesto, sino recuperar mucha confianza, algo que necesitaba”, confesó Pecco.
Bagnaia navegaba por los mares de MotoGP cual náufrago, muy lejos del pilotaje que le proclamó dos veces campeón de la categoría reina. Sin rumbo en la puesta a punto de la Ducati y sometido por los hermanos Márquez, uno a lomos de la misma máquina y el otro con la versión de 2024. En Motorland volvió a sentirse competitivo con un pequeño ajuste mecánico en el warm up, aunque el título se aleja de manera preocupante; ya está a 93 puntos del liderato de Marc. Paradojas de la vida: el día que recupera el ánimo se distanció a la cifra que marca el dorsal de Marc.
"Aquí, ni haciendo la carrera perfecta"
En cuanto a Álex, su desventaja es de 32 puntos. La dinámica impuesta por Marc es de distanciamiento. “Aquí, ni haciendo la carrera perfecta sería suficiente. Lo máximo a lo que podíamos aspirar era a ser segundo”, expresó el menor de los Márquez en alusión a la jerarquía de Marc.
Pedro Acosta también pilotaba errático con la última actualización de la KTM hasta que en Aragón volvió a luchar por el podio. Adelantó en tres ocasiones a Bagnaia en la pugna por el tercer peldaño del cajón y en otras tantas ocasiones sufrió la reacción del italiano. Acosta finalizó en cuarta posición, pero volvió a asemejarse a aquel debutante llamado a estar entre los mejores. El murciano defendió el honor de una moto que se mostró competitiva, ya que Maverick Viñales y Brad Binder padecieron caídas, al igual que Fabio Quartararo, quien tras asomar por zonas delanteras en las citas previas se vio desnortado en Motorland, al igual que Johann Zarco.