Alicia Rueda nos recibe en su atelier en Bilbao, en la céntrica calle Diputación, desde donde hace realidad sus maravillosos diseños. Todos ellos tienen un toque de magia y fantasía, que hacen que quien se los prueba, quede prendado al instante de ellos. Alicia Rueda es todo corazón y eso se observa en sus prendas, hechas con todo mimo y detalle. Y la moda es su mayor pasión, aunque también le hace pasar malos momentos al ver cómo la fast fashion sigue calando fuerte en la sociedad. Por ello, la diseñadora hace hincapié en la necesidad de alejarse de las tentaciones efímeras de la industria y apostar por la calidad y la atemporalidad del trabajo artesanal.

No es una recién llegada, lleva muchos años en la profesión...

-Unos cuantos, la verdad… [sonríe].

Le conocen en todos los sitios y eso no se hace de un día para otro. ¿Hay mucho trabajo detrás?

-Sí, por supuesto. De hecho, la gente piensa que esto es súper fácil, sencillísimo. Como te van viendo en el tiempo y sigues ahí, es como que dan por hecho qué suerte tienes que has llegado, que estás muy bien posicionada, que ya se te conoce… y resulta que es todo lo contrario. Han sido muchos años de pelea, muchas caídas, muchas veces tener que volver a levantarme. Ha habido temas de salud que han sido duros, en los cuales dirigir un negocio y un proyecto como éste ha sido más complicado de lo que mucha gente se pueda imaginar para mantenerme ahí y no caer. Me siento un poco superviviente porque he sobrevivido a las crisis, a los problemas de salud o a los cambios de las fórmulas de venta, porque cuando yo empecé se vendía en el multimarca de una manera totalmente diferente. 

¿Ha cambiado mucho el mercado textil?

-Siempre estamos en una evolución. La tecnología nos ha hecho diferentes y también somos diferentes a la hora de comprar. La pandemia también ha cambiado nuestros hábitos. Al final, cada ‘equis’ años, de repente he vivido un gran cambio, haya sido por el hecho de que viniera una crisis, una enfermedad o porque de repente el mundo se paraba. Además, cuando llegó el fast fashion destrozó la moda.

¿Por qué?

-La hizo muy popular, pero a la vez hizo que nada valiera lo que vale y eso es peligroso para el futuro. El hecho de que una prenda cueste 5 euros... ¿Qué pagas por ese dinero? ¿La tela, el trabajo de la persona, el embalaje, el envío, el local donde se vende, al empleado? Estamos haciendo que se desvalorice tanto la confección… Y estamos generando una basura de prendas… Lo que hace seis meses era súper moda, tendencia, ahora hay que tirarlo. Generas basura, acumulas prendas que no te pones y que a veces ni estrenas porque como cuestan poco, no le das valor, y todo eso genera que la moda esté en un momento buenísimo y a la vez malísimo.

¿Y cómo puede gestionarse esa ambivalencia?

-Con rebeldía. Quiero hacer mi ropa cada vez más especial. Escogiendo las telas, valorando el trabajo de mi equipo y siendo consciente de que todo el mundo necesita cobrar un sueldo, de que necesitamos poner en valor las cosas bien hechas, con tejidos buenos, con una buena confección… Y todo eso es una lucha en contra de lo que realmente funciona ahora mismo del fast fashion.

¿Es enfado también lo que siente? 

-Sí, yo estoy enfadada, pero enfadada porque pienso que deprecian cosas que realmente son tan bonitas… Coser es bonito, las telas son bonitas, pero algo que es bello, de repente, es feo, porque detrás hay algo horrible. Tenemos que ser mucho más conscientes y darnos cuenta de que si compramos mucho y tiramos mucho, seguimos haciendo daño al planeta y daño a la gente que vive en él. Si seguimos en esa dinámica, nos enterrará la ropa. 

Por eso es tan importante mantener costumbres de reutilizar y compartir la ropa que a uno ya no le sirve o no quiere con sus hermanas o sus amigas, por ejemplo. 

-Sí, sí. Cuando ya no me la quiero poner, regalo mi ropa. 

¿En su armario guarda alguna prenda especial que conserve de su madre?

-Sí, yo guardo cosas de mi ama. Me las pongo poco porque éramos muy diferentes. A mi madre le daba igual la moda, y fíjate yo, todo lo contrario… Ella cosía, pero luego ella no era coqueta, no estaba todo el día pensando qué se iba a poner, pero tenía algunas prendas especiales que yo guardo con cariño porque aunque no me las puedo poner, son piezas que guardo por el valor sentimental que tienen para mí y también por el valor de la prenda en sí y de la tela.

¿La recuerda con algún look concreto?

-Sí. Con un vestido de leopardo, drapeado, confeccionado con una gasa de seda preciosa en unos tonos azules muy suaves que iban evolucionando y acababan en marino. Lo llevaba además con un choker, que en aquella época era muy novedoso. Ese look es uno de mis favoritos. Además, recuerdo mucho otro vestido, que no conservo y me da mucha rabia, que llevaba en una foto de joven con unos bordados hechos a mano por su madre. Aunque eso sí, tengo bordados en otras cosas que hizo mi abuela e incluso mi bisabuela que he ido guardando.

Asociamos determinada ropa a un momento u ocasión especial… ¿en su caso?

-Claro, porque cuando le damos valor a la ropa y te la pones para algo especial, luego lo recuerdas. Las prendas, en los momentos especiales, tienen esa connotación emocional que nos hace regresar a esos momentos bonitos. De hecho, ese vestido del que hablaba de mi madre lo llevaba en una foto en la que aparezco en brazos o ni siquiera andaba, fíjate. Diría que era el bautizo de mi hermano pequeño...

¿Recuerda cómo fue el vestido de novia de su madre?

-Sí, muy sencillito, de satén. Se lo regaló alguien de su entorno para que se lo reutilizara, no sé si una prima. Ella, que era andaluza, se casó en Jaén, y después, con 25 años, vino aquí a vivir con mi padre, que también era de Jaén pero había llegado a Bilbao con 16 años. La verdad es que mi madre era tan sencilla… No le gustaba nada la ostentación. Era súper opuesta a mí, que me encanta llamar la atención [sonríe]. 

¿En su boda también?

-Sí, hace siete añitos ya que me casé. Yo fui en pantalón y vestido con flores y una cola muy larga. Lo hice de la manera que en ese momento me salía porque de joven tienes un concepto de cómo quieres casarte, pero con cierta edad lo que quería era ser yo. Encontré mi estilo.

¿Fue difícil?

-Sí, mucho. Con todo lo que tengo yo aquí en el atelier, todas las telas, todos los estilos… Al final me fijé en un vestido de Balenciaga y de ahí partió la idea. Luego encontré unas flores y apareció una tela Christian Lacroix e hice una fusión.

¿Lo guarda a día de hoy?

-Sí, claro. Es más, lo tengo colgado a mano para verlo. Me encanta. 

¿Y su hija? ¿Seguirá sus pasos?

-Ella está estudiando Filología Inglesa en Suecia. Creo que hará un máster y acabará quedándose por allí lo más seguro. A ella le gusto yo como soy y le encanta mi atrevimiento. Cuando hago cosas especiales siempre me pregunta cómo voy a ir, porque le crea mucha curiosidad, pero ella es mucho más sencilla. Es como mi madre, pasa mucho de la moda. Tiene un estilo muy determinado y no disfruta como yo de estas cosas. Le gusta vestirse, pero tiene su estilo y no se mueve de ahí. No es de investigar o cambiar de estilo, ni mucho menos [sonríe].

Prêt à porter. Alicia Rueda volverá a vestir la calle y lo hará a través de una colección de prêt à porter para verano de este mismo año. “Ofreceremos más de 30 puntos de venta en toda España y se irán sumando muchos más, pero también venderemos online”, nos anuncia en primicia a IGANDEA PLUS. 


Atelier. Desde su tienda-taller, emplazada en la céntrica calle Diputación, en Bilbao, la diseñadora seguirá rodeada de su equipo, compuesto por una docena de personas, desde donde diseña y crea prendas a medida y con el inconfundible sello y personalidad de Alicia Rueda, que han hecho que a día de hoy se haya convertido en una apuesta segura para muchas novias, invitadas y personalidades.