En invierno comprobamos con disgusto cómo algunas superficies de la casa se empañan con frecuencia y el engorro que esto supone. El vapor de agua del ambiente choca contra las superficies frías y pasa de estado gaseoso a líquido, condensándose en forma de gotas de agua que corren formando pequeños canalillos.

Así, darse una ducha con agua caliente, hervir agua en una olla o colocar ropa a secar sobre los radiadores de casa son algunos de los motivos más habituales por los que los espejos, las baldosas o los cristales de las ventanas se llenan de un montón de gotitas de agua, que son casi tan antiestéticas como poco saludables. En estos casos, mantener la puerta del baño entornada, la campana de la cocina en funcionamiento y la ventana un poco abierta contribuirán a reducir ese exceso de humedad.

Los días de frío y lluvia del invierno tampoco ayudan. El aire caliente de la casa absorberá mucho vapor de agua (más que el aire frío) y esto se reflejará en los helados cristales de las ventanas que terminarán completamente empañados y empapados

Temperatura y humedad

Para poder disfrutar de un ambiente confortable en el hogar hay que vigilar tanto la temperatura como la humedad relativa: la primera debe oscilar entre los 18ºC y los 21ºC y la segunda, entre el 50% y el 60%.

Si el ambiente es demasiado húmedo, se pueden desarrollar gérmenes nocivos y hongos. También puede surgir moho en lugares como techos, paredes o muebles y se reproducirán con rapidez produciendo esporas que se propagarán por el agua, el aire o los insectos.

De esta forma, vivir expuestos al moho puede resultar muy perjudicial para la salud y su inhalación puede producir reacciones alérgicas, congestión nasal, tos, irritación en los ojos o dolor de cabeza

Hongos en una pared junto a una ventana.

Ventilar a diario

La primera medida que debes llevar a cabo para mantener la humedad a raya es ventilar la casa a diario para que salga el vapor, se renueve el aire y se regule la temperatura interna.

Otra buena opción es utilizar un deshumidificador con el que conseguirás disminuir la condensación y aumentar el confort térmico y el bienestar en tu hogar.

Si la carpintería de tus ventanas es metálica, la humedad les causará corrosión; sin embargo, si es de PVC, no sufrirá ningún daño. En cuanto al cristal, un vidrio simple tendrá más posibilidades de sufrir condensación que uno de doble acristalamiento.

¿Un buen remedio?

Para evitar que los cristales suden y se manchen con las gotas de condensación que corren por él hay un remedio casero que tiene muchos adeptos, pero también algunos detractores.

Se trata de una práctica sencilla que consiste en limpiar primero los cristales con alcohol. Después, se echan dos cucharadas soperas de jabón de fregar en un litro de agua, se añade una cucharadita de glicerina líquida y se remueve. Ya por último, se empapa un paño de microfibra en ese líquido, se escurre bien y se pasa por el cristal. Este quedará seco y brillante y las antiestéticas gotas pasarán a la historia.

Quienes no ven este truco con buenos ojos sostienen que, si en la casa hay humedad, utilizar este método no va a hacer que desaparezca, sino que solo va a evitar que se visibilice en las ventanas. De esta forma aseguran que si la humedad no sale por los cristales, saldrá por donde pueda, por ejemplo por paredes o techos, que siempre serán mucho más difíciles de limpiar que los cristales.

Si te decides a probar este truco, ten en cuenta que siempre debe ser bajo la condición indispensable de mantener tu casa perfectamente ventilada. Mantente alerta para que en ella no se concentre nunca más humedad que la deseable, ya que si no podría ser peor el remedio que la enfermedad.