Preveía ya a finales de los años 30 del siglo pasado el miliciano de Erandio Federico González Santiago el potosí que estaba aportando al curso de la historia vasca al documentar su paso por el hospital La Roseraie, en Bidart, Iparralde. Aquel tipógrafo de profesión conservó abundante material que ahora, y de modo inédito, arroja luz sobre las paredes del colosal Photomuseum de Zarautz bajo el título de Odisea 1937. La muestra permanecerá abierta al público hasta el 1 de diciembre.

Las escarpias engarzan nombres, apellidos reales, municipios de los que eran naturales los allí atendidos. Asimismo, el carnet de González del Ejército de Euzkadi, su ticket de internamiento en el Hospital de Basurto, un aval de franquistas para que el combatiente volviera a casa acabada la guerra, sus credenciales del paso por el campo de concentración de Miranda de Ebro… Y todo ello es memoria colectiva hoy gracias a tres personas claves: su hijo, de igual nombre que el padre, el investigador Aitor Miñambres, director del Museo Memorial del Cinturón de Hierro de Berango, y el premiado fotógrafo y docente Mauro Saravia. Los dos últimos comisarios de la muestra. Es de poner en valor, sin duda, cómo logró González ir almacenando y guardando todo ello en plena Guerra Civil y que haya llegado hasta nuestros días tras una dictadura.

Pero, ¿quién fue aquel combatiente lisiado durante la guerra y fotógrafo durante su recuperación en La Roseraie, centro sanitario que fue realidad entre 1937 y 1940? Federico González Santiago nació el 10 de abril de 1917. Siendo tipógrafo de profesión, llamado a filas por el Gobierno vasco, al cumplir 20 años, fue destinado al batallón UGT 8. Durante la batalla de Artxanda en la que gudaris y milicianos defendían Bilbao, fue herido por una bala que le entró por la muñeca izquierda, pasó por el antebrazo y salió por el codo. Conservó la extremidad, pero “colgando”, precisan.

Fue trasladado con urgencia al hospital de Basurto y como la guerra replegado a Santander –acogido en el Hotel Rhin convertido en hospital– y a continuación a Asturias. Ante la inminente caída de Gijón en manos del enemigo, González consiguió junto a compañeros subirse a un bote de pesca y hacerse a la mar anhelando llegar a Francia, país en paz en ese momento. Sin medios, consiguieron, sin embargo, bordear al mítico crucero ya entonces franquista Cervera, y quedaron perdidos en el golfo de Bizkaia. En esa tesitura, según narra Miñambres a DEIA, un pesquero galo consiguió arrastrar la embarcación hasta la bahía de Arcachón, comuna de Las Landas. El Gobierno vasco trasladó al evacuado a Burdeos y allí fue atendido en el histórico buque Habana que en ese tiempo fue habilitado como hospital. Continuó su recuperación en La Roseraie, nombre que traducido del francés significa La Rosaleda. “La muestra de Zarautz ofrece al visitante, además de las imágenes citadas, un conjunto de documentos personales, la historia de La Roseraie y la línea del tiempo que contextualiza los hechos”, enumera Miñambres y va un paso más allá: “Las fotografías, además de salir a la luz por primera vez, permiten a muchas personas identificar a familiares suyos en ellas citados, así como a completar el escaso patrimonio fotográfico existente de este periodo. La odisea de Federico González fue la de miles de vascos y vascas atrapados en el torbellino de las guerras, los exilios y las dictaduras”.

Grupo de pacientes del hospital de La Roseraie. | FOTO: ARCHIVO FAMILIAR

El también comisario, Mauro Saravia, asegura que las instantáneas y los documentos que se pueden observar hoy en el Photomuseum, son “gracias al ejercicio periodístico que Federico hizo hace casi 80 años, comprendiendo el valor que tendría en un futuro, preservándolos con un cuidado único que se manifiesta en la conservación de las imágenes”.

Las instantáneas originales custodiadas por la familia de este excombatiente que murió el 1 de mayo de 2006 a los 89 años de edad no superan los 15 centímetros en su lado más amplio, y “fue todo un desafío ampliarlas en un tamaño de 50 por 70 centímetros. Sin embargo, conservamos su trama original y los detalles propios de la fotografía analógica para no intervenir en el paso del tiempo”.

Las imágenes que jalonan la exposición retratan a personal sanitario, personas en reinserción laboral, sacerdotes, heridos y mutilados. “A su vez, no se puede dejar de lado un aspecto fundamental, ya que, en seis de estas fotografías, los reversos detallan de puño y letra de su protagonista, quiénes estaban presentes, sus apodos y el lugar de donde provenían, entregando un aspecto muy importante para la recuperación de la memoria histórica”, coincide Saravia con la valoración de Miñambres.

Tras su paso vital y documental por La Roseraie, el vizcaino que debiera tener una cámara de fotos y sensibilidad al respecto, comenzó a trabajar en una fábrica militar en el entorno de Aquitania hasta que en mayo de 1940 las tropas alemanas nazis se aproximaban a la zona. Fue entonces cuando González logró que unos franquistas “le escribieran un aval en el que dejaban constancia de que, aunque no era de su bando, su conducta era positiva”.

Con él en su poder, el vasco cruzó la aduana de Irún, pero fue apresado y enviado al campo de concentración de Miranda de Ebro. Fue puesto en libertad en 1940, aunque debía presentarse en la Guardia Civil de Erandio cada cierto tiempo. Federico –casado con María Luisa Fano Iribar– acabaría logrando que el Gobierno de España le pagara, por derecho, una pensión por mutilado de guerra como también hicieron uso de ello los del bando golpista y ganador de la guerra.

Por La Roseraie pasaron más de 1.600 combatientes y civiles. “A muchos de ellos les esperaba un futuro oscuro, en cárceles españolas o francesas, o en el exilio. Hasta años después de la muerte del dictador Francisco Franco, estos mutilados no verían reconocida y compensada su condición. La de Federico González Santiago es una de esas historias”, apostillan

Por su parte, Federico González hijo hace un llamamiento con el objeto de que “otras familias también saquen a la luz fotografías, documentos y objetos que puedan ser conocidos por la ciudadanía y contribuyan a la recuperación de nuestra memoria histórica”.