Guerra Civil de fondo. Estella, Lizarra. A finales de septiembre se han cumplido 88 años de un día funesto para Nafarroa. Para toda Euskadi Sur. El 25 de septiembre de 1936, el mismo día que el Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España prohibía “mientras duren las actuales circunstancias, todas las actuaciones políticas y sindicales”, en el municipio navarro un comandante golpista difundió un recordado bando contra todo lo que fuera identidad euskaldun.
Investigadores como Julio Ugarte, Aitzol Altuna Enzunza, la escritora Arantzazu Ametzaga o el exsenador Iñaki Anasagasti se han hecho eco de aquel lamentable edicto firmado por el faccioso Ricardo Sanz, quien de forma paradójica tenía a sus espaldas el apellido materno euskaldun Iturria. El texto ordenaba que, en el plazo de cuarenta y ocho horas a partir de la publicación del bando, “todos los elementos nacionalistas entregarán en la Comandancia Militar todos los objetos o prendas, incluso de vestir, de carácter separatista: los libros, periódicos, mapas y retratos de aquel que se llamó Sabino Arana; así como bustos o figuras de este y otros cabecillas separatistas”. Asimismo, el mandato de entregar “libros y objetos de toda índole de la finada escuela vasca; la documentación, objetos, insignias y fondos de la sociedad nacionalista y, en una palabra, todo lo perteneciente a esas sociedades o con ellas relacionado”.
Todo esto ocurría tan solo tres días antes del nombramiento del general golpista Francisco Franco como Jefe del Gobierno del Estado. Fue decidido el 28 de septiembre de 1936 en una reunión de los altos mandos militares del sector del Ejército que se había sublevado y una semana ante ya lo habían designado como Generalísimo. Los generales votaron nombrarlo “Jefe del Gobierno del Estado, mientras dure la guerra civil”, pero en el decreto de la Junta de Defensa Nacional del día 29, publicado en el Boletín Oficial de la Junta de Defensa del día 30, se suprimió la acotación “mientras dure la guerra” y se añadió “quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado”.
En ese contexto de actual hoy significado fascista, personas naturales de Lizarra como el jeltzale Manuel de Irujo se echaba las manos a la cabeza. “La sublevación militar de 1936 le cogió a Don Manuel en Tolosa y ya no pudo volver a su casa de Estella hasta 1977. ‘Cuarenta años de exilio os contemplan’, recordó el viejo león a su regreso”, resume Anasagasti y cita a la familia Irujo en conjunto como un ejemplo de represaliados por ser abertzales. Ametzaga estima a DEIA que quienes consensuaron ese bando eran “unos bárbaros en un tiempo en el que en Estella estaba arraigada la cultura vasca y fueron contra nuestra música, bailes, lengua. Yo me siento orgullosa de formar parte de la familia de los Irujo, de Estella y originarios de Tafalla, en la que todos tuvieron su peso, con una forma de hacer política a diferencia de los fascistas caballerosa, gentil, democrática”.
El bando no tenía desperdicio. Hacía saber en su comienzo que “salvo honrosísimas excepciones en que elementos nacionalistas de Navarra se han alistado voluntariamente, en general el Partido Nacionalista Vasco ha observado indiferencia ante los gravísimos momentos por que atraviesa España. Y son demasiado graves estos momentos para guardar cierta clase de posturas”.
Siempre según juicio de Sanz Iturria en su aviso, Estella estaba minada por el separatismo, “fomentado e importado por ciertos hijos de la misma que todos conocen; por lo que no hace falta mencionarlos. Por ellos se ha vertido en Guipúzcoa y en otras partes mucha sangre española, de la cual no poca esteIlesa”. Tras esta declaración de intenciones, el comandante militar hizo saber que en “ciertas regiones de las provincias vascongadas y en nuestra querida Navarra se usan el chistu y los correspondientes instrumentos para sus bailes”.
En esta materia, aseguraba que le parecía “muy bien” que los vascos siguieran con “sus patriarcales costumbre” y a continuación diferenciaba que en la ciudad del río Ega “eso es planta exótica desconocida e importada por los que todos sabemos”. Y ahí entraba en harina con todo. Llegaban las exclamaciones: “Se acabó el ‘Gora Euzkadi!’. Estamos en tiempo de “¡Viva España!”, enfatizaba lo que llevaba a ordenar que quien fuera dueño de ese tipo de instrumentos en el plazo de dos días debía entregarlos también en comandancia. E iba más allá al prohibir la palabra ‘agur’, a su juicio “importada por los separatistas en lugar del ‘adiós’, genuinamente español”.
El militar español concluía el bando con un “con lo dicho, y para quien quiera entender, queda de sobra explicado el motivo de la publicación de este bando y lo que con ellos se persigue”. Y como final daba el plazo de 48 horas para que se cumpliera el edicto y amenazaba con que en el caso de que alguna persona o entidad no entregara lo ordenado, acabarían haciendo registros domiciliarios “aplicando a los contraventores la pena que haya lugar”. Antes de la fecha del 25 de septiembre de 1936 lucía un “¡Viva Navarra! ¡Viva España!”.
Tres días después, el 28, nació el franquismo con el denominado Generalísimo o Caudillo al frente. Y Ametzaga suma una triste efeméride más. El 29, día en el santoral cristiano de San Miguel Arcangel, fusilaron en la localidad de Taxoare (cooficial Tajonar) al alcalde de Estella, Fortunato Agirre, del Napar Buru Batzar del PNV y recordado cofundador del club de fútbol Osasuna. Tenía 43 años y los franquistas registraron que perdió la vida “herido por arma de fuego”. “Le dijeron: Ni San Miguel te salva. Él fue uno de los 3.600 asesinados por Mola, de las 300.000 personas que poblaban una Navarra atemorizada, muerta de miedo. De hecho, prohibieron el txistu y los hijos de Fortunato como el propio Manuel Irujo, primero ministro sin cartera y luego de Justicia, lo tocaban”, apostilla Ametzaga, quien incluyó el bando de Sanz Iturria en uno de sus libros.