La cartografía antigua es una disciplina a la que, últimamente, se le está prestando alguna atención en nuestro país, después de años de olvido si comparamos con otros lugares, donde el estudio y análisis de esta disciplina ha sido muy exhaustiva.

Este déficit no ha permitido teorizar sobre las diferentes visiones que ofrece la cartografía antigua, generando enredos y confusiones sobre lo que estamos analizando. Hay que partir de que un mapa, un plano o un croquis es un documento, manuscrito o impreso, y como tal debe de tener una catalogación rigurosa.

La última publicación de la obra de Imago Vasconiae, a cargo de Ramón Oleaga y Joxe Mari Esparza, es una aportación interesante y ojalá sea el preludio de un camino hacia la elaboración de una Cartoteca Digital Vasca donde tener acceso a la mayor parte de la cartografía antigua sobre nuestro país.

Un mapa puede expresar una representación corográfica con los conocimientos imperantes en el momento de su realización, puede ser temático o incluso una interpretación histórica del autor. De ahí surge la controversia, no siempre fácil de analizar y de resolver.

En principio los mapas antiguos que interpretan la representación del territorio y todos los elementos que incluye con el conocimiento propio del momento de su realización son una fuente muy importante de información. El análisis de estos mapas son una gran aportación documental sobre la época representada y su evolución.

Primer Atlas Marítimo impreso del cartógrafo holandés Lucas Janszoon Waghenaer (1584). BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA

Una vez hecha esta introducción empezaré con un estudio sobre una tipología de mapas que comienzan en la época medieval y que muestran cuál era el conocimiento que existía sobre las costas de nuestro país en dicha época. Me refiero a los portulanos o las cartas náuticas.

Los portulanos nacen fundamentalmente de las necesidades que plantea la navegación para el fomento del comercio. En el mar el camino está construido y para el desplazamiento sólo se necesita el buque y la orientación que proporciona la brújula. Esa es la razón por la cual los primeros lugares en representarse en los mapas son los puertos marítimos.

Los primeros portulanos nacen en el siglo XIII y ponen punto final a los años oscuros de la cartografía medieval de los siglos X al XII, surgida en torno a los monasterios donde el mapa se basa en una iconografía que bebe de los principios dogmáticos y teológicos pero totalmente inoperantes para la orientación. Eran los mapamundi T en O, donde el centro del mundo era Jerusalén. Entre estos mapamundis estaban los beatos, como el de Saint Sever (siglo XI), primer mapa donde aparece el topónimo Uuasconia, o el mapamundi de la catedral de Hereford (1300), donde además de Wasconia aparece la ciudad de Baiona.

Los portulanos nacen en el Mediterráneo en el golfo de Liguria (Génova, Pisa) trasladándose a los focos de Venecia y Mallorca. En general, los primeros portulanos de la escuela italiana solamente representaban las líneas de costa, dejando mudo el interior del territorio. Los de la escuela mallorquina también representaban las líneas de costa, pero en su interior incluían elementos alegóricos de los mapamundis medievales, basados en principios teológicos y religiosos. Así en el Atlas Catalán (1375) aparecen dibujados debajo de nuestra costa cantábrica iconos que representan las catedrales de Burgos y León, o el monasterio de Santo Domingo de Silos.

En general, podemos considerar que los puertos más importantes son los que antes aparecen: Baiona, en Lapurdi; Donostia, en Gipuzkoa, y Bermeo, en Bizkaia. Además, para resaltar, los puertos cabecera se rotulaban color rojo.

El primer portulano conocido es la Carta Pisana (1275-1300) que se encuentra en la Biblioteca Nacional Francesa. En dicho documento, elaborado en piel de cordero y encontrado en la ciudad de Pisa, aparecen los puertos vascos de Baiona, que se resalta en rojo, y el de Donostia, además del topónimo Guasconia, ubicado al norte de Baiona, también en rojo.

Portulano de Jorge Aguiar (1492). BRITISH LIBRARY

El primer portulano firmado es el del genovés Pietro Vesconte (1313), en el que aparecen los puertos de Baiona, Donibane Lohizune, Hondarribia, Donostia, Getaria y Bermeo, destacando en rojo los puertos cabecera de Baiona y Bermeo.

A continuación muestro una relación de la primera aparición del resto de puertos vascos y su correspondiente portulano: Bilbao y Portugalete, portulano de la escuela mallorquina del ligur Angelino Dulcert (1337); Zumaia, Mutriku, Ondarroa y Lekeitio, portulano del veneciano Zuane Vizzigano (1424); Deba, portulano del genovés Battista Beccario (1426); Plentzia, portulano del cartógrafo nacido en Ancona, Grazioso Benincasa (1482), y Pasajes y Orio, portulano del portugués Jorge Aguiar (1492). Además de estos puertos aparecen lugares estratégicos como Higer (1325), el cabo de Matxitxako (1313) o el desaparecido puerto de Uarza (1313) en la zona de Oiarso, todos ellos en diferentes portulanos del genovés Pietro Vesconte. En 1484 el marinero francés de origen hispano Pierre Garcie elaboró un derrotero con la cita de varios puertos vascos con unos iconos que simulan algún aspecto de estos, como, por ejemplo, la isla de Izaro con su monasterio.

Surge la imprenta

Una evolución vino con la Edad de Oro de la cartografía flamenca asociada a la aparición de la imprenta, con Cristóbal Plantino como principal taller impresor. Esta cartografía flamenca, además de su utilidad práctica para la orientación y expresión de poder y dominio territorial, creó un gran entramado comercial con el surgimiento de los grandes atlas.

En este contexto, el notable cartógrafo holandés Lucas Janszoon Waghenaer elaboró el primer Atlas Marítimo impreso, en colaboración con marinos portugueses, hispanos e italianos, y en una de sus obras, Sphiegel der Zeevaerdt (Espejo del marinero), hizo unas hermosas vistas de nuestras costas con sus principales puertos. Realizó varias versiones, la primera en 1583 que a pesar de algunos errores eran las vistas de nuestra costa más avanzadas de la época. Al recorte costero le acompaña una visión del perfil montañoso visto desde el mar. Una rosa de los vientos, la flor de lis, galeones y peces fantásticos completan la decoración acentuando su aspecto comercial. El atlas comprende todo el arco Atlántico y prácticamente a toda la cornisa cantábrica, a la que denomina Biscaiae Pars.

Para terminar con la representación de nuestra costa, durante el siglo XVII tuvimos la suerte de contar con la presencia in situ del gran cosmógrafo portugués Pedro de Teixeira, quien entre 1622 y 1637 nos visitó varias veces por encargo de Felipe IV y en tres de sus obras más importantes realizó unos preciosos y precisos mapas y planos de nuestra costa y nuestros puertos, que en varios casos son la primera vista de algunos puertos. Uno de sus documentos, ejemplar único, se encuentra en la Biblioteca de la Diputación Foral de Bizkaia. A mi juicio, el documento cartográfico más valioso que tenemos en el país.

No quiero dejar de citar un inacabado mapa de la península ibérica pero que comprende todo nuestro territorio, elaborado por los Jesuitas Carlos Martínez y Claudio de la Vega en 1739, que se adelantaron a los primeros mapas de nuestros territorios elaborados por Tomás López. Fueron los primeros que hicieron un mapa topográfico de nuestro país. El mapa se encuentra en la Biblioteca Nacional de España.

Mapa de los jesuitas Carlos Martínez y Claudio de la Vega (1739).

Los mapas temáticos también suelen ser interesantes siempre y cuando expresen bien a las claras cuáles son los propósitos del mapa. El mapa de Luis Lucien Bonaparte, editado en Londres en 1863, es el primer mapa en el cual aparecen los siete territorios vascos expresamente citados en su cartela. El propósito y objetivo del mapa es claro: hacer un estudio sobre la extensión del euskera y la demarcación territorial de sus diferentes dialectos.

Por otro lado, existen otro tipo de mapas temáticos con iconografía y estética antigua en los que no consta el año de edición, lo que puede dar lugar a confusiones o interpretaciones engañosas. Algunos de estos mapas han circulado con profusión en nuestro país.

Un ejemplo de esta tipología de mapas serían los editados a finales del siglo XX por un descendiente de la saga de los Dervaux, concretamente Pierre Dervaux, quien desde la ciudad de Saint Maló, en Francia, publicó una serie de mapas remontándose a la época medieval desde el siglo X. En principio, esta loable iniciativa de producción de mapas de gran estética hace que estos sean muy atractivos y aptos para la decoración. El problema surge cuando desde la ignorancia o desde la interpretación interesada se da por buena la consideración de que se trata de un mapa medieval. Uno de los mapas de esta serie sobre la interpretación de la Europa de 1235 ha dado lugar a grandes polémicas absurdas en Cataluña, al no aparecer la verdadera datación de su elaboración.

En nuestro país ha sido muy conocido y profusamente promocionado y vendido un mapa que lleva por título Europae descriptio Anno 1500 en el que aparecen una serie de territorios de Europa con sus correspondientes escudos representativos. En dicho mapa aparece el escudo de Nafarroa y una delimitación de un único territorio que se corresponde con el Reino de Navarra. Para los que hemos estudiado la evolución de la cartografía antigua empezando por los portulanos enseguida nos damos cuenta de que ese mapa no tiene concordancia con la cartografía existente en el año 1500, por lo que no deja de ser una interpretación reciente de la historia al estar elaborado en 1981. El problema, el enredo, cuando no el engaño, surge cuando algunos autores lo han tomado por un mapa medieval. Todo ello al margen del contenido y el acuerdo mayor o menor con esa interpretación histórica que no es motivo de mi análisis. También la misma editorial ha editado un mapa titulado Carte des Chemins de Saint Jacques de Compostelle, 1648. Más allá del acierto de interpretación del vistoso y elegante mapa, lo cierto es que se dibuja y edita en 1973.

A veces los mapas se tematizan o interpretan por ejemplo con la iluminación o el contorneado. En algunos casos el propio autor lo ilumina con el propósito de enriquecerlo y embellecerlo, pero en otras ocasiones el coloreado es al margen del autor de la obra y lo que se persigue es una focalización con el objetivo de obtener una interpretación interesada. Un ejemplo lo tenemos con un mapa en versión original en blanco y negro realizado en 1642 en París por el impresor Melchor Tavernier, Carte contenant la Gascoigne, le Bearn, la Navarre…, fácilmente descargable en versión original en la Biblioteca Nacional Francesa o en la Mediateca de Baiona, y el mismo mapa, en una versión coloreado e interpretado, también fácilmente descargable en la Fundación Sancho el Sabio. El criterio debe ser el de respetar la versión del autor.

Dejo al margen los mapas didácticos e interpretativos de los estudios de historia que no son motivo del debate de este artículo, que trata sobre la cartografía antigua.