Dicen de él que era un periodista de raza mordaz, editor incansable, literato de calidad, político de ANV, futbolista goleador y “hombre nacionalista vasco íntegro casi olvidado”; apostilla a DEIA la escritora y bibliotecaria, Arantzazu Ametzaga. El exsenador, Iñaki Anasagasti, por su parte, también apuesta por recuperar la figura de José Olivares Larrondo, conocido en el marco histórico con el seudónimo de Tellagorri, y que también firmó como Kasia e, incluso, Chipiteguy en Iparralde. “Solo lamento que hoy sea un autor absolutamente desconocido. Su humor e ironía, su saber supurar por la herida del exilio, sus retratos escritos de Castelao y Aguirre, su nostalgia y activismo algorteño debería servir para que el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco tuviera un mínimo de sensibilidad y reeditara toda su obra. Pero no hay la menor inquietud, ni se considera una obligación recuperar obras nuestras de gentes a las que una dictadura amordazó”, aprecia.

Autor de obras como París abandonada, Las horas joviales, Anton Sukalde, Los gudaris de Gartxot, Martiñene o Txibeltza, nació el 22 de agosto de 1892 en Algorta y moriría diabético el 14 de julio de 1960. Su vida se resume en que, perseguido en la Guerra Civil, se exilió a Baiona y de allí busco una segunda evacuación a Argentina, en los históricos barcos Alsina y Quanza, donde fue el único político de ANV de un grupo vasco del PNV. En aquella recordada singladura que zarpó de Marsella el 15 de enero de 1941 viajaba también un enfermo Niceto Alcalá-Zamora, primer presidente de la Segunda República Española, con su hija Pura. “En 1948, Alcalá-Zamora se gana la vida escribiendo artículos por cuatro pesos y ya nadie, prácticamente, se acuerda de él. Un anciano enflaquecido”, apunta Gabriel Moreno, profesor de Derecho Constitucional y Unión Europea de la Universidad de Extremadura.

“Yo por edad –continúa Ametzaga– no conocí a Tellagorri, pero sí mucho mis padres que viajaron en el barco con él. Murió cuando yo era joven y además ellos se quedaron a vivir en Buenos Aires y nosotros en Montevideo, Uruguay”, explica y abunda en el talante del comunicador: “Mi aita le quería mucho y yo como lectora de su obra que soy. Fue un periodista de raza que escribió sobre un país abandonado y además allá constituyó el mensuario Tierra Vasca”. En aquel viaje también tomaban camarote la hermana del lehendakari Aguirre, el consejero Telesforo Monzón y su esposa, o el a la postre artista Néstor Basterretxea, quien mantuvo contacto y obra con Tellagorri.

Olivares –quien fue goleador del histórico club Arenas de Getxo– abogó por la causa vasca antifranquista como colaborador de publicaciones como Euzko Deya, Galeuzka, Diario Crítica, Anti Nazi, Élite, Noticias Gráficas o A Nosa Terra, entre otras. Sus primeros escritos los redactó de joven en el boletín Gobela.

El patriota olvidado

El patriota olvidado Un reportaje de Iban Gorriti

Antes de la guerra, había trabajado en su juventud de empleado de la diputación de Bizkaia. Destacó por su facilidad para escribir iniciándose en la publicación Gobela. Como futbolista ya escribió en el periódico Euzkadi en 1913 y en 1924 en el deportivo Excelsior. En 1930, según informa la investigadora Ainhoa Arozamena en la Enciclopedia Auñamendi, participó, como nacionalista independiente, en la fundación de ANV.

“Fue profunda su impresión al visitar en 1932, junto con otros representantes de su partido, la URSS, asistiendo a su proclamación y escribiendo un folleto y varios artículos sobre este viaje”, acentúan. Sus críticas al sindicalismo cristiano, a AVASC y a SOV fueron continuas ya que preconizó un sindicalismo sólo obrero y un nacionalismo libre del lastre del clericalismo.

En 1933, cuando su partido inicia un movimiento aliancista hacia el PNV, una polémica suya con el escritor y sacerdote José de Ariztimuño Olaso, Aitzol, que escribe en Euzkadi, le hace abandonar la dirección de Tierra Vasca, pero sigue en el partido al que quiere dar un basamento sindicalista. Esto se pone, sobre todo, de manifiesto en el nuevo programa que elabora junto con Andrés Perea y Luis Areitioaurtena, mucho más socializante que el que había estado vigente hasta entonces, programa que no fue al final aprobado por la Asamblea. Se halló también en la base de la adopción por el partido del nuevo programa de 1936, más moderado y socialdemócrata que el anterior, y de la entrada de ANV en el Frente Popular.

Al caer el frente de Bizkaia se exilia en Baiona colaborando en Sud-Ouest (firma como Chipiteguy) y escribe para Euzko Deya de París. En 1938, participa en las fracasadas conversaciones para la creación de un Frente Nacional Vasco que tuvieron lugar en el exilio labortano. Reside en París donde el Gobierno vasco le encomienda una agencia de información que elaborará los Cahiers de Documentation Basque cuando estalla la II Guerra Mundial y llegan los alemanes a las puertas de la ciudad de la que parte. En 1940, embarca en Marsella rumbo a Argentina. Moriría justas dos décadas después.

Aunque la ciudadanía lo olvidó con el paso del tiempo, sus amigos de la época siempre le recordaron. Así, por ejemplo, el historiador y director de Tierra Vasca, Ildefonso de Gurrutxaga, escribía un sentido obituario sobre él en el que recordaba que el seudónimo lo decidió tras leer el libro Zalacaín el aventurero. “Uno de los protagonistas se apellidaba así. Era muy barojiano escribiendo, desde su juventud”, apuntaba. Al de Algorta le gustó que fuera un hombre “agudo, mordiente, socarrón, volteriano, y guardaba, por lo tanto, afinidades con su temperamento”. Como curiosidad, su amigo traza lo siguiente: “Aunque el apellido Olivares parecería indicar ascendencia no vasca, era de pura cepa vizcaína, de familia arraigada durante siglos en un caserío del valle de Arratia. Sus rasgos físicos eran netamente vascos”, anotaba e iba un paso más allá: “Más de una vez me habló de esta anomalía. Probablemente Olivares era una castellanización de Ulibarez, o algo parecido”.

Su muerte llegó a las cabeceras nacionalistas de la época en la que todos coincidían en llamarle patriota. “Además de buen periodista, era ameno conversador. La muerte va llevando en los últimos tiempos a los mejores de nuestra guardia vieja”, concluían en Alderdi. Su muerte se produjo el 14 de julio de 1960 en Buenos Aires, tan solo cuatro meses después de la del lehendakari Aguirre en marzo en París.